martes, 20 de junio de 2023

La Biblia: Fuente autoritativa de nuestra teología - Cómo interpretar la Biblia

“¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20). 

Textos clave: Isaías 8:20; Marcos 7:1–13; 1 Corintios 11:2; 2 Tesalonicenses 3:6; Romanos 2:4; Tito 3:4, 5; 1 Juan 2:15–17; 2 Corintios 10:5, 6; Proverbios 1:7; 9:10; Juan 5:46–48; 7:38. 

"La vida de Cristo, que da vida al mundo, está en su palabra. Fue por su palabra como Jesús sanó la enfermedad y echó los demonios; por su palabra calmó el mar y resucitó los muertos; y la gente dio testimonio de que su palabra era con autoridad. Él hablaba la palabra de Dios, como había hablado por medio de todos los profetas y los maestros del Antiguo Testamento. Toda la Biblia es una manifestación de Cristo, y el Salvador deseaba fijar la fe de sus seguidores en la Palabra. Cuando su presencia visible se hubiese retirado, la Palabra sería fuente de poder para ellos. Como su Maestro, habían de vivir ‘con toda palabra que sale de la boca de Dios... “Así como nuestra vida física es sostenida por el alimento, nuestra vida espiritual es sostenida por la palabra de Dios. Y cada alma ha de recibir vida de la Palabra de Dios para sí. Como debemos comer por nosotros mismos a fin de recibir alimento, así hemos de recibir la Palabra por nosotros mismos. No hemos de obtenerla simplemente por medio de otra mente. Debemos estudiar cuidadosamente la Biblia, pidiendo a Dios la ayuda del Espíritu Santo a fin de comprender su Palabra". DTG, 360.

Muchas veces no somos conscientes de la influencia de otras fuentes en nuestro pensamiento y nuestra teología. Incluso si queremos vivir solo de acuerdo con la Biblia, nuestra comprensión de la Escritura está significativamente moldeada e influenciada por una serie de factores: las tradiciones a las que estamos acostumbrados y con las que crecimos, la forma en que se nos educó para pensar y usar la razón para explicar las cosas, nuestra experiencia con ciertas personas e ideas, y la cultura formativa que nos rodea. La prioridad dada a cualquier fuente o combinación de fuentes tiene una influencia significativa en nuestra teología; finalmente determinará la dirección de toda la tarea teológica. En las iglesias católicas y ortodoxas, la tradición a menudo juega un papel importante y decisivo. En las iglesias carismáticas y pentecostales, la experiencia a menudo cuenta como autoridad final. En la teología liberal, la razón humana a menudo asume la última palabra, que decide qué es aceptable y qué no. Además, cada iglesia se ve afectada hasta cierto punto por la cultura local. Y ninguna iglesia existe sin la Biblia. No queremos una fe desprovista de experiencia, ni una fe en la que no pensemos (una fe irracional y no bendecida por las tradiciones positivas). Es importante estar al tanto de todas esas influencias y comprender la contribución positiva que cada fuente tiene en nuestra fe. Pero también es de vital importancia ver claramente las limitaciones de cada fuente. La cuestión determinante es esta: ¿a qué fuente otorgamos la autoridad suprema y final en materia de fe y práctica?

No hay ninguna iglesia cristiana que no utilice la Biblia para respaldar sus creencias. Sin embargo, el papel y la autoridad de la Escritura en la teología no son iguales en todas las iglesias. 
Este es un tema importante pero complejo que exploraremos al estudiar cinco fuentes influyentes diferentes que intervienen en nuestra interpretación de las Escrituras: la tradición, la experiencia, la cultura, la razón y la Biblia misma. 
Estas fuentes desempeñan un papel importante en cada teología y en cada iglesia. Todos somos parte de varias tradiciones y culturas que nos impactan. Todos tenemos experiencias que dan forma a nuestro pensamiento e influyen en nuestra comprensión. Todos tenemos una mente para pensar y evaluar las cosas. 
¿Cuál de estas fuentes, o combinaciones de ellas, tiene la autoridad final en nuestra forma de interpretar la Biblia? La prioridad que se le da a cualquier fuente o fuentes ocasiona énfasis y resultados muy diferentes y, en última instancia, determinará la dirección de toda nuestra teología.

¿Qué papel debería cumplir la tradición en nuestra iglesia? ¿Qué bendiciones y desafíos hay en las tradiciones religiosas? 

I. LA TRADICIÓN

La tradición La tradición a menudo tiene mala reputación. Se la asocia con una mentalidad estrecha que se apega servilmente a la rígida repetición y ejecución de ciertos rituales y prácticas. Pero la tradición no es del todo mala. Piensa en algunos aspectos positivos que cualquier tradición podría tener. Brinda actos recurrentes de estructura y estabilidad. Nos conecta con nuestro pasado y quizá incluso con nuestros orígenes. Transmite valores y cosas que son importantes para nosotros. Ayuda a mantener vivo el recuerdo de acontecimientos y cosas importantes. Todo esto es bueno. El problema surge cuando esas tradiciones cobran vida propia y finalmente se vuelven más importantes que las cosas originales que intentan preservar. Las tradiciones también tienden a crecer con el tiempo y a agregar aspectos que van más allá de lo que inicialmente desencadenó la tradición.

En Gálatas 1:9, Pablo exhorta a los creyentes a no predicar otro evangelio que el que habían recibido. Por lo tanto, existe una tradición que Dios inició, pero también hay tradiciones humanas que originalmente no forman parte del plan de Dios ni de la Palabra de Dios. 

La tradición en sí no es mala. Da a los actos recurrentes de nuestra vida cotidiana una cierta rutina y estructura. Nos puede ayudar a mantenernos conectados con nuestras raíces. Por lo tanto, no es de extrañar que la tradición también juegue un papel importante en la religión. Pero, también hay algunos peligros relacionados con la tradición. 

¿Qué nos enseña Marcos 7:1 al 13 sobre cómo reaccionó Jesús ante algunas tradiciones humanas de su época? 

La tradición que Jesús confrontó era cuidadosamente transmitida en la comunidad judía de maestro a alumno. En los días de Jesús, había asumido un lugar a la par de las Escrituras. Sin embargo, la tradición tiende a crecer durante largos períodos, acumulando así cada vez más detalles y aspectos que originalmente no formaban parte de la Palabra ni del plan de Dios. Estas tradiciones humanas, aunque eran promovidas por “ancianos” respetados (ver Marcos 7:3, 5), es decir, por los líderes religiosos de la comunidad judía, no son iguales a los mandamientos de Dios (ver Marcos 7:8, 9). Eran tradiciones humanas y, a la larga, llegaron a un punto en el que “invalidaron la palabra de Dios” (Marcos 7:13). 

Lee 1 Corintios 11:2 y 2 Tesalonicenses 3:6. ¿Cómo distinguimos entre la Palabra de Dios y la tradición humana? ¿Por qué es tan importante que hagamos esta distinción? 

La Palabra viva de Dios origina en nosotros una actitud reverente y fiel hacia ella. Esta fidelidad genera una cierta tradición. Nuestra fidelidad, sin embargo, siempre necesita ser leal al Dios vivo, que ha revelado su voluntad en la Palabra escrita de Dios. Por lo tanto, la Biblia ostenta un papel único que reemplaza a todas las tradiciones humanas. La Biblia está por encima y por sobre todas las tradiciones, incluso las buenas. Las tradiciones que surgen de nuestra experiencia con Dios y su Palabra constantemente deben cotejarse con la vara de medir de la santa Escritura. 

¿Cuáles son las cosas que hacemos como iglesia que podrían ponerse bajo el rótulo de “tradición”? 
¿Por qué siempre es importante distinguirlas de un precepto bíblico?
¿Cómo podemos asegurarnos de que la tradición, por más buena que sea, no sustituya la Palabra escrita de Dios como nuestra norma y autoridad final? 
¿Por qué es más fácil respetar los detalles de algunas tradiciones humanas que vivir el espíritu de la Ley de Dios: amar al Señor nuestro Dios con todo mi corazón, alma y mente, y a mi prójimo como a mí mismo (ver Mateo 22:37-40)? 

II. LA EXPERIENCIA

Lee Romanos 2:4; y Tito 3:4 y 5. ¿Cómo percibimos la benignidad, la paciencia, el perdón, la longanimidad y el amor de Dios? ¿Por qué es importante que nuestra fe no sea solo un conocimiento abstracto e intelectual, sino algo que realmente experimentemos? Al mismo tiempo, nuestras experiencias, ¿de qué manera pueden entrar en conflicto con la Biblia e incluso engañarnos en nuestra fe? 

Los seres humanos fueron creados con la capacidad de experimentar amor. Podemos experimentar la belleza, la armonía, la música y el arte, y podemos relacionarnos con cosas y otras relaciones mucho más que de una manera racional. La experiencia es parte de nuestra vida y también forma parte importante de nuestra vida espiritual con Dios. Piensa en aspectos de tu fe donde el hecho de experimentar alegría, perdón, una conciencia limpia y actos de bondad y amor ha impactado positivamente en tu relación con Dios y con otros creyentes. Tu experiencia de rechazo, prejuicio, odio, sospecha, duda, envidia y celos ¿cómo impactó negativamente en tu relación con Dios y en tu comprensión de él? ¿Qué nos enseña eso sobre nuestra responsabilidad de ser cartas vivas de Cristo (2 Cor. 3:2, 3) que otras personas podrían leer cuando quisieran aprender algo acerca de Dios? 

Ilustración 
Nuestra experiencia humana es poderosa pero también puede ser engañosa y errónea. ¿Cómo reaccionarías si un cristiano carismático te dijera que, según su experiencia, Dios le ha dicho que adore a Dios en domingo, mientras que la Biblia establece claramente que el séptimo día es el día santo de descanso para Dios? ¿Qué debemos hacer si la experiencia de un don espiritual específico se convierte en la norma de lo que significa vivir una vida llena del Espíritu?

La experiencia es parte de nuestra existencia humana. Afecta nuestros sentimientos y pensamientos de una manera poderosa. Dios nos ha diseñado de modo que nuestra relación con su creación, e incluso con Dios mismo, está tan conectada a nuestra experiencia que esta la determina. Dios desea que experimentemos la belleza de las relaciones, del arte, la música y las maravillas de la Creación, así como el gozo de su salvación y el poder de las promesas de su Palabra. Nuestra religión y nuestra fe son más que solo doctrina y decisiones racionales. Lo que experimentamos moldea significativamente nuestra visión de Dios e incluso nuestra comprensión de su Palabra. Pero, también necesitamos ver claramente las limitaciones e insuficiencias de nuestras experiencias a la hora de conocer la voluntad de Dios. 

¿Qué advertencia se encuentra en 2 Corintios 11:1 al 3? ¿Qué debería decirnos esto sobre los límites de confiar en nuestras experiencias? 

Las experiencias pueden ser muy engañosas. Bíblicamente hablando, la experiencia necesita tener su propia esfera. Necesita que la Escritura la inspire y la forme, y también que la interprete. A veces queremos experimentar algo que no está en armonía con la Palabra y la voluntad de Dios. 
Aquí, debemos aprender a confiar en la Palabra de Dios incluso por encima de nuestra experiencia y deseos. Debemos estar atentos para cerciorarnos de que incluso nuestra experiencia esté siempre en armonía con la Palabra de Dios y no contradiga las claras enseñanzas de la Biblia. Una fe en la que el amor a Dios y el amor a los demás (ver Marcos 12:28-31) son los mandamientos principales es, obviamente, una fe en la que la experiencia importa. Al mismo tiempo, ¿por qué es indispensable que siempre analicemos nuestra experiencia teniendo la Palabra de Dios como parámetro?

III. LA CULTURA

La palabra cultura deriva del latín cultūra, procedente, a su vez, de colere, que significa cultivar. La cultura abarca, entre otras cosas, el conjunto de costumbres, valores, el comportamiento social y las normas que se encuentran en las sociedades humanas. Dios nos ha dado la capacidad de darle forma a la cultura, pero al mismo tiempo todos estamos influenciados por las respectivas culturas en las que vivimos. La Biblia llegó a la existencia en una cultura específica. Es de gran ayuda familiarizarse con la cultura de las Escrituras para comprender mejor algunas de sus declaraciones. La cultura bíblica no hace que la Escritura sea relativa a la cultura. Al fin y al cabo, la Escritura es la Palabra revelada de Dios. Como tal, la Biblia puede tener un impacto positivo en la cultura humana y elevar cualquier sociedad. Enumeren ejemplos en los que el pensamiento bíblico haya cambiado tu sociedad y tu cultura para mejor o donde podría tener un impacto positivo. Piensen con los miembros de la Escuela Sabática sobre las estrategias para presentar la Biblia y las ideas bíblicas de manera que sean bien recibidas, creando una contracultura bíblica positiva en nuestra sociedad. Ninguna cultura es perfecta, y cada cultura se ve afectada por el pecado. Por lo tanto, no todo en la cultura es positivo. 

Algunos aspectos culturales pueden tener un impacto negativo en nuestra fe o incluso pueden ser de origen demoníaco. ¿Cómo podemos distinguir entre los aspectos positivos y los negativos de nuestra cultura? ¿Cómo podemos evitar simplemente copiar nuestra cultura en nuestra adoración? ¿Por qué tenemos que ser culturalmente relevantes para llegar a otras personas? ¿Cómo puede la Biblia ser la norma final en esta búsqueda? 

Todos pertenecemos a una cultura (o culturas) concreta y somos parte de ella. Todos somos influenciados y moldeados por la cultura, también. Nadie escapa de ella. De hecho, piensa en cuántos relatos del Antiguo Testamento detallan que el antiguo Israel se corrompió por las culturas circundantes. ¿Qué nos hace pensar que hoy somos diferentes o mejores? La Palabra de Dios también se da en una cultura específica, aunque no se limita a esa cultura. Si bien los factores culturales influyen inevitablemente en nuestra comprensión de la Biblia, no debemos perder de vista el hecho de que la Biblia también trasciende las categorías culturales establecidas de etnicidad, imperio y estatus social. Esta es una de las razones por las que la Biblia supera cualquier cultura humana e incluso es capaz de transformar y corregir los elementos pecaminosos que encontramos en todas las culturas. 

Lee 1 Juan 2:15 al 17. ¿Qué quiere decir Juan cuando declara que no debemos amar las cosas del mundo? ¿Cómo podemos vivir en el mundo y, no obstante, no tener una mentalidad mundana? 

La cultura, como cualquier otra faceta de la creación de Dios, se ve afectada por el pecado. Por consiguiente, también está bajo el juicio de Dios. Sí, algunos aspectos de nuestra cultura podrían alinearse muy bien con nuestra fe, pero siempre debemos tener cuidado de distinguir entre ambas. Idealmente, la fe bíblica debería desafiar la cultura existente si es necesario, y crear una contracultura que sea fiel a la Palabra de Dios. A menos que tengamos algo arraigado en nosotros que provenga de lo Alto, pronto cederemos a lo que nos rodea. 

“Los seguidores de Cristo han de estar separados del mundo en sus principios e intereses; pero no deben aislarse del mundo. El Salvador trataba constantemente con los hombres, no para alentarlos en cosa alguna que no estuviese de acuerdo con la voluntad de Dios, sino para elevarlos y ennoblecerlos” (CM 306). 

¿Qué aspectos de tu cultura están en total oposición a la fe bíblica? Más aún, ¿cómo nos mantenemos firmes en esos aspectos que intentan echar a perder nuestra fe?

 ¿Cómo afecta la cultura en que estamos inmersos a tu fe? ¿Qué ejemplos podemos encontrar en la historia donde la cultura haya tenido un impacto considerable sobre el accionar de los miembros de la iglesia, a tal punto que, al mirar hacia atrás ahora, los consideramos negativos? ¿Qué lecciones personales podemos sacar de esto para no cometer errores similares?

IV. LA RAZÓN

Dios nos creó con la capacidad de pensar. Gran parte de la Biblia nos llama a reflexionar sobre lo que está escrito en ella, y estimula nuestros pensamientos y el razonamiento. La repetición de la pregunta: “¿Qué te parece?” (Mat. 17:25; 18:12; 21:28; 22:17; 22:42; 26:66; y otros) o la de la pregunta conexa: “¿No habéis leído?” (Mat. 12:3, 5; 19:4; 21:16; 21:42; 22:31; y otros) implica que Dios quiere que usemos nuestra mente para entenderlo a él y su Palabra. Si bien podemos entender a Dios adecuadamente y con sinceridad, debemos reconocer que nunca comprenderemos plenamente todo acerca de Dios. A fin de cuentas, somos seres creados. ¡No somos Dios! Además, nuestro pensamiento está oscurecido y se ve afectado por el pecado. Por lo tanto, necesitamos incluso llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:5). Si no estamos dispuestos a someter nuestro pensamiento a la autoridad superior de la Escritura, rápidamente comenzaremos a juzgar cada vez más partes de la Escritura de acuerdo con lo que creemos que es razonable y verdadero, convirtiendo así nuestra razón en la norma de lo que podemos aceptar o no. Esta mentalidad eliminará los milagros de la Biblia y afectará verdades bíblicas como la doctrina de Dios y su naturaleza trina o la divinidad de Cristo, la personalidad del Espíritu Santo, la resurrección corporal, la relación entre los seres humanos, el libre albedrío y la soberanía de Dios, por mencionar solo algunas enseñanzas. Al fin y al cabo, “un método crítico está destinado al fracaso, porque presenta una imposibilidad interna. Porque lo correlativo o el contrapunto de la revelación no es la crítica sino la obediencia; no es corregir [...] sino un ‘permítanme ser corregido’ ” (G. Maier, The End of the Historical-Critical Method, p. 23). 

Lee 2 Corintios 10:5 y 6; y Proverbios 1:7 y 9:10. ¿Por qué es tan importante la obediencia a Cristo en nuestros pensamientos? ¿Por qué el temor de Jehová es el principio de la sabiduría? 

Dios nos ha dado la capacidad de pensar y razonar. Cada actividad humana y cada argumento teológico suponen nuestra capacidad de pensar y sacar conclusiones. Nosotros no respaldamos una fe irracional. Sin embargo, como consecuencia de la Ilustración del siglo XVIII, la razón humana asumió un papel nuevo y dominante, especialmente en la sociedad occidental, que va mucho más allá de nuestra capacidad de pensar y llegar a conclusiones correctas. En contraste con la idea de que todo nuestro conocimiento se basa en la experiencia sensorial, otro enfoque considera que la razón humana es la principal fuente de conocimiento. Esta perspectiva, llamada racionalismo, es la idea de que la verdad no es sensorial sino intelectual, y deriva de la razón. 

En otras palabras, existen ciertas verdades y solo nuestra razón puede captarlas directamente. Esto hace que la razón humana sea la prueba y el criterio para la verdad. La razón se convirtió en la nueva autoridad ante la cual todo lo demás debía inclinarse, incluyendo la autoridad de la iglesia y, lo que es más grave, hasta la autoridad de la Biblia como la Palabra de Dios. Se descartó todo lo que no era evidente para la razón humana y se cuestionó su legitimidad. Esta actitud afectó la interpretación de grandes partes de la Escritura. Todos los milagros y los actos sobrenaturales de Dios, como la resurrección corporal de Jesús, el nacimiento virginal o la Creación de seis días, por mencionar solo algunos, ya no se consideraban verdaderos ni confiables. 

La verdad es que debemos recordar el hecho de que incluso nuestro poder de razonamiento se ve afectado por el pecado y debe ser sometido al reinado de Cristo. Los seres humanos tienen el entendimiento entenebrecido y están alienados de Dios (Efesios 4:18). Necesitamos que la Palabra de Dios nos ilumine. Además, el hecho de que Dios sea nuestro Creador indica que, bíblicamente hablando, la razón humana no se crea como algo que funcione de manera independiente o autónoma de Dios. Al contrario, “el temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Proverbios 9:10; comparar con Proverbios 1:7). 

Recién cuando en nuestra vida aceptamos la supremacía de la revelación de Dios (encarnada en la Palabra escrita de Dios), y estamos dispuestos a cumplir lo que está escrito en la Biblia, podemos razonar correctamente. 

Hace siglos, el presidente estadounidense Thomas Jefferson hizo su propia versión del Nuevo Testamento eliminando todo lo que, en su opinión, iba en contra de la razón. Desaparecieron casi todos los milagros de Jesús, incluida su resurrección. 
¿Qué debería enseñarnos esto acerca de los límites de la razón humana para entender la verdad?

V. LA BIBLIA

La Biblia La Biblia es nuestra autoridad suprema y definitiva en todos los asuntos de fe y práctica, porque creemos que el Espíritu Santo ha inspirado a los autores bíblicos para escribir de manera confiable lo que Dios quería comunicar a través de ellos. Jesús y los apóstoles abordaron las Escrituras partiendo de esta premisa. Para Jesús, la Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17). En lo que respecta a Jesús, si no le creemos a Moisés, no creeremos sus palabras (Juan 5:46, 47). Para Jesús, las Escrituras son la norma de nuestra fe: “El que cree en mí, como dice la Escritura” (Juan 7:38). De igual modo, los apóstoles repetidamente hicieron referencia a las Escrituras como la norma de sus enseñanzas (Hech. 17:11; Rom. 10:11; y otros) y creían en las Escrituras, “porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom. 15:4). No podemos ser más apostólicos en nuestro abordaje de las Escrituras que los apóstoles mismos, y no podemos ser más cristianos que el mismo Cristo. Él es nuestro ejemplo. Hacemos bien en seguir sus pasos en su forma de usar y referirse constantemente a las Escrituras como la norma decisiva para su fe. 

El Espíritu Santo, quien reveló e inspiró el contenido de la Biblia a los seres humanos, nunca nos guiará en contra de la Palabra de Dios ni nos extraviará de ella
Para los Adventistas del Séptimo Día, la Biblia tiene una autoridad superior a la tradición humana, la experiencia, la razón o la cultura. La Biblia sola es la norma por la que todo lo demás necesita comprobarse. Lee Juan 5:46 y 47; y 7:38. 
Para Jesucristo, la Biblia es la fuente suprema para interpretar las cuestiones espirituales. 

¿Cómo confirma la Biblia que Jesús es el verdadero Mesías? 
Algunos afirman haber recibido “revelaciones” e instrucciones especiales de parte del Espíritu Santo, pero estas contradicen el claro mensaje de la Biblia. Para ellos, el Espíritu Santo ha alcanzado una autoridad superior a la Palabra de Dios. Quien anula la Palabra de Dios, escrita e inspirada, y evade su claro mensaje está pisando sobre terreno peligroso y no está siguiendo la conducción del Espíritu de Dios. La Biblia es nuestra única salvaguardia espiritual. Solo la Biblia es una norma confiable para todas las cuestiones de fe y práctica. 

“El Espíritu Santo habla a la mente y graba la verdad en el corazón a través de las Escrituras. Así expone el error y lo expulsa del alma. Es por medio del Espíritu de verdad, obrando a través de la Palabra de Dios, como Cristo subyuga a sí mismo a su pueblo escogido” (DTG, 625). 

Supongamos que alguien dice haber tenido un sueño en el que el Señor le habló, diciéndole que el domingo es el verdadero día de descanso y adoración para la era neotestamentaria. ¿Cómo le responderías a esa persona? ¿Qué nos enseña una historia así en cuanto a que la Palabra de Dios siempre debe comprobar la experiencia? 

Nunca debe interpretarse que el Espíritu Santo reemplaza la Palabra de Dios, sino que él obra en armonía con la Biblia y a través de ella para acercarnos a Cristo, por lo que la Biblia es la única norma para la auténtica espiritualidad bíblica. La Biblia brinda una sana doctrina (ver 1 Timoteo 4:6) y, como Palabra de Dios, es confiable y merece aceptación plena. No es nuestra tarea emitir juicio sobre las Escrituras. Al contrario, la Palabra de Dios, más bien, tiene el derecho y la autoridad de juzgarnos a nosotros y nuestro pensamiento. Al fin y al cabo, es la Palabra Escrita del mismo Dios. 

¿Por qué la Biblia es una guía más segura en cuestiones espirituales que las impresiones subjetivas? ¿Cuáles son las consecuencias cuando no aceptamos la Biblia como la norma con la cual contrastar todas las enseñanzas e incluso nuestra experiencia espiritual? 
Si la revelación privada tuviese la última palabra en cuestiones espirituales, ¿por qué esto no conduciría más que al caos y al error?

CONCLUSIÓN

Cuando amamos a otra persona, entran en juego varios de los factores que hemos analizado esta semana. En el amor experimentamos algunos sentimientos fuertes. Sin embargo, el amor es más que un sentimiento. Cuando amamos a otra persona, normalmente tenemos algunas buenas razones de por qué nuestro amor por esa persona es real y por qué la otra persona nos ama. Sin embargo, no es sabio basar nuestro amor solo en la razón. Cuando comenzamos una relación amorosa, tendemos a desarrollar algunas prácticas o tradiciones comunes que nos recuerdan momentos significativos que pasamos juntos. Pero, cuando esas tradiciones se vuelven más importantes que la relación en sí, hemos ido por mal camino y perdimos algo esencial. Cuando mostramos nuestro amor por otra persona, normalmente lo hacemos de una manera que se asemeje y refleje las costumbres y normas comunes de nuestra cultura. Pero, cuando permitimos que solo la cultura defina cómo se debe practicar el amor, podemos ser conducidos rápidamente a hacer cosas que están explícitamente prohibidas en las Escrituras. Por esta razón, necesitamos una fuente que guíe e informe nuestro amor y nuestra vida que no sea solo de origen humano. Necesitamos una fuente confiable que sea más profunda de lo que sentimos, más elevada de lo que pensamos y más significativa que cualquier tradición o cultura humanas. Gracias a Dios por su Palabra duradera y confiable que encontramos en la Biblia.

Lee "El conflicto de los siglos", “Nuestra única salvaguardia”, pp. 579-587. En nuestra reflexión sobre la Palabra de Dios hemos analizado la tradición, la experiencia, la cultura, la razón y la Biblia. La pregunta concluyente es: ¿Cuál de estas fuentes tiene la última palabra y la máxima autoridad en nuestra teología? 

Una cosa es decir “la Biblia”, pero es completamente diferente permitir que la Biblia, a través del ministerio del Espíritu Santo, impacte y cambie la vida. En cierto sentido, la cultura, la experiencia, la razón e incluso la tradición en sí tal vez no sean necesariamente malas. Se transforman en problemas cuando contradicen lo que las Escrituras enseñan. Pero, a menudo es de esperarse. No obstante, lo peor es cuando estas cosas se anteponen a la Palabra de Dios. Mayormente, las historias de apostasía del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento tuvieron lugar cuando las influencias externas primaron sobre la revelación divina.

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