martes, 20 de junio de 2023

Cómo consideraban la Biblia Jesús y los apóstoles - Cómo interpretar la Biblia

“El respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). P or desdicha, en esta era posmoderna, la Biblia se ha reinterpretado principalmente desde la óptica de una filosofía que cuestiona tanto su inspiración como su autoridad. De hecho, la Biblia se entiende simplemente como un conjunto de ideas de gente que vivió en una cultura relativamente primitiva y que posiblemente no podría entender el mundo como lo entendemos hoy. Al mismo tiempo, el elemento sobrenatural se ha minimizado o hasta eliminado del cuadro. Esto convierte a la Biblia en un documento que, en vez de ser la opinión de Dios sobre el hombre, se ha transformado en la opinión del hombre acerca de Dios. Y el resultado es que, para muchos, la Biblia se ha vuelto prácticamente irrelevante en una época de pensamiento darwiniano y de filosofía moderna. Sin embargo, nosotros rechazamos totalmente esa postura. Al contrario, en el Nuevo Testamento podemos ver la forma inspirada de considerar toda la Escritura al estudiar de qué manera Jesús y los apóstoles la interpretaron.

I. ESTÁ ESCRITO

El bautismo de Jesús por parte de Juan el Bautista marcó el comienzo del ministerio del Salvador, tras lo cual el Espíritu guio a Jesús al desierto de Judea donde, en su condición humana más débil, fue tentado por Satanás. Lee Mateo 4:1 al 11. ¿Cómo se defiende Jesús contra las tentaciones de Satanás en el desierto? A través de este relato, ¿qué debemos aprender de la Biblia? Al sentirse tentado por el apetito, Jesús responde: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Jesús apunta hacia la Palabra de vida y su fuente suprema y divina. De esta manera, confirma la autoridad de la Escritura. Al verse tentado con los reinos y la gloria del mundo, Jesús responde: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10; Lucas 4:8). Cristo nos recuerda que la verdadera adoración se centra en Dios y en nadie más, y que la sumisión a su Palabra es verdadera adoración. Finalmente, ante la tentación del amor a la ostentación y a la presunción, Jesús responde: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:7; ver además Lucas 4:12). En las tres tentaciones, Jesús responde con las palabras “Escrito está”. Es decir, Jesús va directo a la Palabra de Dios sin más para enfrentar los ataques y los engaños de Satanás. Esta debería ser una lección poderosa para todos nosotros: la Biblia, y solo la Biblia, es la norma y el fundamento definitivos de nuestra creencia. Sí, la Biblia y solo la Biblia fue el método de defensa de Jesús contra los ataques del adversario. Jesús es Dios, pero en su defensa contra Satanás, él se sometió únicamente a la Palabra de Dios. No es opinión; no es un argumento elaborado y complicado; no son palabras de animosidad personal; sino las palabras simples pero profundas de la Escritura. Para Cristo, la Escritura tiene la máxima autoridad y el máximo poder. De esta manera, su ministerio comienza con un seguro fundamento y continúa construyendo sobre la confiabilidad de la Biblia. ¿Cómo podemos aprender a ser tan dependientes de la Palabra de Dios y tan sumisos a ella como Jesús?

II. JESÚS Y LA LEY

Lee Mateo 5:17 al 20; 22:29; y 23:2 y 3. ¿Qué está enseñando Jesús en estos contextos? Jesús les enseñó a sus discípulos a obedecer la Palabra de Dios y la Ley. No hay ningún indicio de que él haya dudado de la autoridad ni de la relevancia de la Escritura. Al contrario, él acudía constantemente a ella como la fuente de la autoridad divina. Y a los saduceos, les dijo: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29). Jesús enseñó que un mero conocimiento intelectual de la Biblia y sus enseñanzas era insuficiente para conocer la verdad y, sobre todo, para conocer al Señor, quien es esa verdad. ¿Qué nos dice Mateo 22:37 al 40 sobre la postura de Jesús en cuanto a la ley de Moisés? En esta declaración al intérprete de la Ley, Jesús resume los Diez Mandamientos, dados a Moisés casi mil quinientos años antes. Deberíamos reconocer el hincapié que Jesús hace en la ley del Antiguo Testamento y cómo la eleva al más alto nivel. Muchos cristianos han inferido erróneamente que este es un mandamiento nuevo, y que por eso de alguna manera el evangelio del Nuevo Testamento reemplaza la ley del Antiguo Testamento. Pero, el hecho es que lo que Jesús está enseñando se basa en la ley del Antiguo Testamento. Cristo dio a conocer y reveló la Ley más plenamente para que “de estos dos mandamientos” (que resumen los Diez Mandamientos: los primeros cuatro se centran en la relación divino-humana, y los posteriores seis se centran en las relaciones interpersonales humanas) depende “toda la ley y los profetas” (Mateo 22:40). De esta manera, Jesús también exalta todo el Antiguo Testamento cuando dice “la ley y los profetas”, ya que esta es una forma abreviada de referirse a la Ley, los Profetas y los Escritos, las tres divisiones del Antiguo Testamento hechas por los judíos en aquel entonces. Cristo “señaló las Escrituras como algo de autoridad incuestionable, y nosotros debemos hacer lo mismo. La Biblia debe ser presentada como la Palabra del Dios infinito, como el fin de toda controversia y el fundamento de toda fe” (PVGM 21, 22). ¿Qué fuentes de autoridad (familia, filosofía, cultura) es posible que compitan o se opongan a tu sumisión a la Palabra de Dios?

III. JESÚS Y TODA LA ESCRITURA

Lee Lucas 24:13 al 35, 44 y 45. ¿Cómo usa Jesús la Escritura para enseñar a los discípulos el mensaje del evangelio? Después de la muerte de Cristo, sus seguidores estaban confundidos y con dudas. ¿Cómo pudo haber ocurrido esto? ¿Qué significaba? En este capítulo de Lucas, vemos que Jesús se les aparece dos veces, primero a dos que van camino a Emaús, y luego a los demás. En dos ocasiones diferentes, Jesús explica cómo se ha cumplido todo a partir de las profecías del Antiguo Testamento: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Nuevamente en Lucas 24:44 y 45, dice: “Estas son las palabras que os hablé [...] que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. Jesús “entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”. Observa la referencia específica en Lucas 24:27 a “todas las Escrituras”. Esto se vuelve a enfatizar en el segundo pasaje como “la ley de Moisés”, “los profetas” y “los salmos” (Lucas 24:44); y establece claramente que Jesús, el Verbo hecho carne (Juan 1:1-3, 14), se vale de la autoridad de las Escrituras para explicar cómo se predijeron estas cosas cientos de años antes. Al mencionar la totalidad de las Escrituras, Jesús les enseña con el ejemplo a los discípulos. A medida que avanzaran en la difusión del mensaje evangélico, también debían exponer todas las Escrituras para brindarles entendimiento y poder a los nuevos conversos de todo el mundo. Fíjate, también, que en Mateo 28:18 al 20, Jesús les dice a los discípulos de aquel entonces (y a nosotros hoy) que “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Pero, esa autoridad permanece arraigada en su Padre y en toda la Deidad, porque él les dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Luego viene el pasaje clave: “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¿Qué enseña y manda Jesús? Sus enseñanzas se basan en todas las Escrituras. Es sobre la base de la autoridad profética de la Palabra como él vino, y es en cumplimiento de las profecías de las Escrituras como se sometió a su Padre. Si Jesús acepta todas las Escrituras, ¿por qué nosotros debemos hacer lo mismo? Es decir, ¿cómo podemos aprender a aceptar la autoridad de todas las Escrituras, incluso cuando comprendemos que no todo se aplica a nosotros hoy necesariamente? Lleva tu respuesta a la clase el sábado.

IV. JESÚS Y EL ORIGEN DE LA HISTORIA DE LA BIBLIA

Jesús enseñó que la Biblia es la Palabra de Dios en el sentido de que lo que esta dice es sinónimo de lo que Dios dice. Su origen se encuentra en Dios y, por lo tanto, contiene la máxima autoridad para todos los aspectos de la vida. Dios obró a lo largo de la historia para revelar su voluntad a la humanidad a través de la Biblia. Por ejemplo, en Mateo 19:4 y 5, Jesús menciona una referencia escrita por Moisés. Pero Jesús toma este pasaje y dice: “El que los hizo al principio [...] dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre”. En vez de decir “la Escritura dice”, Jesús dice: “El que los hizo al principio [...] dijo”, atribuyendo a la palabra del Creador lo que escribió el narrador del Génesis. De hecho, Jesús considera que Dios es el autor de esta declaración, aunque la haya escrito Moisés. Lee los siguientes pasajes. ¿Cómo concebía Jesús a los personajes y los acontecimientos históricos de la Biblia?

Mateo 12:3, 4 ....................................................................................................................................
Marcos 10:6-8 ...................................................................................................................................
Lucas 4:25-27 ....................................................................................................................................
Lucas 11:51 ........................................................................................................................................
Mateo 24:38 ......................................................................................................................................

Jesús sistemáticamente considera a las personas, los lugares y los hechos del Antiguo Testamento como verdades históricas. Se refiere a Génesis 1 y 2, a Abel en Génesis 4, a David comiéndose el pan de la proposición y a Eliseo, entre otras figuras históricas. Habla repetidas veces de los sufrimientos de los profetas de la antigüedad (Mateo 5:12; 13:57; 23:34-36; Marcos 6:4). En un mensaje de advertencia, Jesús también describe los días de Noé: “Estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:38, 39). Todo indica que Jesús se estaba refiriendo a este acto poderoso del juicio de Dios como un hecho histórico. Debido a que Jesús mismo menciona a estos personajes históricos como reales, ¿qué nos dice sobre el poder de los engaños de Satanás el hecho de que muchos en la actualidad, incluso los cristianos profesos, a menudo nieguen su existencia? ¿Por qué nunca debemos caer en esa trampa?

V. LOS APÓSTOLES Y LA BIBLIA

Los escritores del Nuevo Testamento abordan la Biblia de la misma forma que Jesús. En cuestiones de doctrina, ética y cumplimiento profético, el Antiguo Testamento, para ellos, era la Palabra autoritativa de Dios. No encontramos nada, en ninguna parte, que estos hombres hayan hecho o dicho que desafíe la autoridad o la autenticidad de cualquier parte de la Biblia. ¿Qué nos enseñan los siguientes pasajes sobre cómo entendían los apóstoles la autoridad de la Palabra de Dios?

Hechos 4:24-26 ...........................................................................................
Hechos 13:32-36 ......................................................................................................
Romanos 9:17 ................................................................................................................
Gálatas 3:8 ................................................................................................................... 

Observa en estos pasajes cuán estrechamente relacionada está la Escritura con la voz misma de Dios. En Hechos 4, justo antes de ser llenos del Espíritu Santo, los discípulos alaban a Dios por la liberación de Pedro y Juan. En su alabanza, elevan sus voces, reconociendo a Dios como el Creador y por hablar a través de David su siervo. Es decir, las palabras de David son las palabras de Dios. En Hechos 13:32 al 36, Pablo cita nuevamente a David, pero atribuye esas palabras a Dios, porque el versículo 32 se refiere a “la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados” (BLP). En Romanos 9:17, donde uno esperaría que el sujeto fuese Dios, Pablo utiliza el término “Escritura”, diciendo: “porque la Escritura dice a Faraón”, que en realidad podría decirse, “porque Dios dice a Faraón”. En Gálatas 3:8, el sujeto “Escritura” se utiliza en lugar de “Dios”, y muestra cuán estrechamente relacionada está la Palabra de Dios con Dios mismo. Por cierto, los autores del Nuevo Testamento invariablemente confían en el Antiguo Testamento como la Palabra de Dios. Hay cientos de referencias veterotestamentarias en el Nuevo Testamento. Un erudito ha compilado una lista de 2.688 referencias específicas: 400 de Isaías, 370 de los Salmos, 220 de Éxodo, y otras. Si a esta lista se agregaran alusiones, temáticas y motivos, la cantidad aumentaría considerablemente. Los libros están repletos de referencias a las profecías del Antiguo Testamento que a menudo se presentan con la frase “Está escrito” (Mateo 2:5; Marcos 1:2; 7:6; Lucas 2:23; 3:4; Romanos 3:4; 8:36; 9:33; 1 Corintios 1:19; Gálatas 4:27; 1 Pedro 1:16). Todo esto confirma que las Escrituras del Antiguo Testamento son el fundamento sobre el que descansan las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. ¿Qué deberían enseñarnos estos ejemplos sobre cuán peligrosas son las ideas que menoscaban nuestra confianza en la autoridad de las Escrituras?

Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, “La niñez de Cristo”, pp. 49-55, y “La tentación”, pp. 89-99. “Los hombres se creen más sabios que la Palabra de Dios, más sabios incluso que Dios; y en vez de poner los pies sobre el fundamento inamovible y confrontar todo con la Palabra de Dios, someten esta palabra a sus propias ideas de ciencia y naturaleza, y si resulta que aquella no concuerda con sus ideas científicas, la descartan por falta de credibilidad” (Signs of the Times, 27 de marzo de 1884, p. 1). “Los que mejor logran familiarizarse con la sabiduría y el propósito de Dios tal como se revela en su Palabra llegan a ser hombres y mujeres de fortaleza mental, y pueden hacerse obreros eficientes con el gran Educador, Jesucristo. [...] Cristo ha dado a su pueblo las palabras de verdad, y todos están llamados a cumplir su parte en darlas a conocer al mundo. [...] No hay santificación aparte de la verdad: la Palabra. Entonces, ¡cuán esencial es que ella sea comprendida por todos!” (FEC, 478, 479). 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

1. Si Jesús, los autores de los evangelios y Pablo consideraban que las Escrituras del Antiguo Testamento eran la Palabra de Dios, ¿qué debería decirnos esto acerca de por qué actualmente hay muchas perspectivas modernas sobre las Escrituras que están erradas, y por qué no debemos dejarnos engañar por estos argumentos, sin importar quién los inculque? 
2. Solo para dar una idea de hasta dónde han llegado muchos eruditos bíblicos modernos con su escepticismo, estas son algunas de las cosas que muchos eruditos modernos niegan: Rechazan una Creación literal de seis días, y en cambio aceptan que hubo miles de millones de años de Evolución. Rechazan a un Adán sin pecado en un mundo no caído. Rechazan un diluvio universal. Algunos rechazan la existencia literal de Abraham. Algunos rechazan la historia del Éxodo. Algunos rechazan los milagros de Jesús, incluso su resurrección corporal. Algunos rechazan la idea de la profecía predictiva, en la que los profetas vaticinan el futuro, a veces siglos o incluso milenios antes. ¿Qué deberían decirnos estas conclusiones sobre lo que sucede cuando la gente comienza a dudar de la autoridad y la autenticidad de las Escrituras? Además, ¿de qué manera se podría ayudar a estas personas a llegar a tener una comprensión clara de la verdad? 
3. En respuesta a la pregunta al final del estudio del martes, ¿cómo entendemos el hecho de que toda la Escritura sea inspirada, incluso las partes que no necesariamente se aplican a nosotros hoy?

COMENTARIO

Textos clave: Mateo 4:1–11; 22:37–40; Lucas 24:13–35, 44, 45; 4:25–27; Hechos 4:24–26. 

RESEÑA 
El clamor de la Reforma era mayúsculo: “Volver a las fuentes”. En el contexto de la Ilustración, este lema implicaba que los reformadores decidieron volver a las Escrituras como la fuente original para comprender verdaderamente la naturaleza del cristianismo y los deberes del cristiano. Los reformadores rechazaron basar su comprensión de la Escritura en las tradiciones y los abusos que habían llegado a caracterizar a la iglesia medieval. En la actualidad, las presuposiciones modernas provenientes de una cosmovisión secular minimizan la Biblia y consideran que esta se basa en ideas erróneas y primitivas que hay que adecuar o rechazar. Por lo tanto, los cristianos también debemos “volver a las fuentes”. El principal ejemplo con el que debemos orientarnos es Jesucristo. ¿Cómo consideraba él las Escrituras? ¿Expresó dudas sobre ciertas partes de las Escrituras o, al contrario, citó la Biblia (el Antiguo Testamento, en su época) como autoritativa para todos los aspectos de la vida? Esta era moderna y científica niega la existencia de Dios. A lo sumo, afirma que Dios no interactúa en la historia humana. En lugar de seguir estas presuposiciones, ¿no deberíamos contrastar esas afirmaciones con lo que las Escrituras dicen que Jesús enseñaba y creía? Y sus discípulos, los apóstoles, que escribieron grandes porciones del Nuevo Testamento, ¿no siguieron también su ejemplo? Esta semana nos remontaremos a Jesús y a los apóstoles para ver cómo usaron e interpretaron las Escrituras. Asumimos que sus métodos de interpretación y aplicación aún sirven de guía confiable y de inspiración para nosotros hoy.

COMENTARIO 

Ilustración 
En 1521, Martín Lutero fue convocado por el emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico a Worms, Alemania, donde esperaba ser juzgado por el concilio, o Dieta. Este fue un punto de inflexión para la Reforma. ¿Se retractaría Lutero y repudiaría sus escritos que habían conmocionado a toda Europa? ¿O defendería la Sola Scriptura, “solo la Biblia”, como su norma? Lutero se presentó ante el emperador y las más encumbradas autoridades civiles y eclesiásticas. Un grabado del artista Lucas Cranach ese mismo año presenta el perfil claro de Lutero proyectando fuerza y determinación. Cuando llegó el momento, habló de manera directa y honesta: “Ya que su majestad y sus altezas exigen de mí una respuesta clara, voy a darla [...]: A menos que me convenzan con testimonios bíblicos, o con razones evidentes (porque yo no puedo confiar en las decisiones del Papa ni de los concilios, porque es muy evidente que ellos han caído muchas veces en el error así como en muchas contradicciones consigo mismos), y si no se me persuade con los mismos textos que yo he citado, y si no sujetan mi conciencia a la Palabra de Dios, yo no puedo ni quiero retractar nada, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. [...] ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!” (H. Boehmer, Martin Luther: Road to Reformation), p. 415. Texto bíblico Hubo un momento decisivo en la historia de la Tierra cuando Satanás tentó a Jesús después de su bautismo y su experiencia en el desierto. Apenas cuarenta días antes, el Padre dijo en el bautismo de Jesús: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Satanás ahora desafió esta posición. Jesús ¿era el que su Padre dijo que era? La cuestión era la veracidad de la Palabra de Dios. En su primera respuesta, Jesús cita un pasaje de Deuteronomio 8:3: “No solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová”. El contexto de este pasaje es la providencia de Dios en favor del antiguo Israel cuando vagaron por el desierto durante cuarenta años. Dios los sostuvo para que confiaran totalmente en él. Al citar este pasaje, Jesús está diciendo: “Mi Padre que sostuvo a Israel por cuarenta años me sostendrá a mí. Confío solo en su Palabra porque sé que él no es solo la Fuente de sustento, sino la Fuente de la vida misma”. También hay una implicación más profunda aquí. Jesús se somete a su Padre, así como se le enseñó al antiguo Israel que se sometiera a la Palabra de Dios. Jesús no habla de su propia autoridad sino de la autoridad de las Escrituras dichas por Moisés. El argumento en Deuteronomio es que debido a que Dios sostuvo a Israel, y lo amparó como su pueblo para entrar en la Tierra Prometida, ellos “guardará[n], pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole” (Deuteronomio 8:6). “Jesús hizo frente a Satanás con las palabras de la Escritura. Dijo: ‘Escrito está’. En toda tentación, el arma de su lucha era la Palabra de Dios. Satanás exigía de Cristo un milagro como señal de su divinidad. Pero aquello que es mayor que todos los milagros, una firme confianza en un ‘Así dice Jehová’, era una señal que no podía ser controvertida. Mientras Cristo se mantuviera en esa posición, el tentador no podría obtener ventaja alguna” (DTG 95). ¿Cómo enfrentamos la tentación hoy? ¿Tenemos textos bíblicos guardados en nuestro corazón a los que podemos recurrir para responder al tentador? Nunca estamos obligados a someter nuestra voluntad a la tentación, y tenemos el mismo recurso que Jesús: su Palabra. Ilustración El 23 de octubre de 1844 hubo gran dolor y desilusión cuando los creyentes adventistas se despertaron ante la realidad de que Jesús no había regresado para llevarlos al cielo, como esperaban. Habían vendido casas y propiedades. Habían dado todo por la proclamación de la noticia de que Jesús vendría ese día. Ahora, su mayor esperanza quedó destrozada. Algunos de los creyentes abandonaron la fe. Muchos enfrentaron el ridículo de los escépticos, que habían dudado todo el tiempo. ¿Qué salió mal? Todo lo que aprendieron del estudio de las profecías ¿no sirvió de nada? Pero, al volver a las Escrituras, llegaron a entender que la fecha no estaba errada, sino que habían entendido mal la naturaleza de la “purificación del Santuario”. La purificación del Santuario no era la destrucción de la Tierra; era el paso de Cristo al Lugar Santísimo para comenzar otra etapa en su obra expiatoria. El estudio llevó a los creyentes adventistas a comprender la profecía de Apocalipsis 10:9 y 10, el dulce mensaje del libro que se convirtió en un amargo chasco. Esta decepción no era una experiencia nueva para los creyentes en Jesús. Ya había sucedido antes. Texto bíblico Los discípulos no podían entender la muerte de Cristo en la cruz. Habían creído, al igual que el resto del judaísmo, que el Mesías establecería un reino terrenal que los libraría de la opresión de los romanos. Ahora que Jesús estaba muerto y sepultado, quedaron devastados. La respuesta a su chasco fue la misma que la respuesta a los primeros creyentes adventistas. Era volver a las Escrituras. Jesús les mostró el camino. “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Esta fue una exposición exhaustiva para que los discípulos pudieran ver “que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de [él] en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44). Aquí tenemos otra referencia explícita a las tres divisiones del Antiguo Testamento que abarca “todas las escrituras”. Jesús había orado por sus discípulos: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Para Jesús, toda la Escritura era autoritativa y, además, la base de su autoridad, ministerio y misión. Los discípulos se tomaron en serio la enseñanza de Jesús y la convirtieron en la base de los evangelios y las cartas a la iglesia. Mateo citó ampliamente las profecías del Antiguo Testamento. Lucas comenzó su Evangelio con las genealogías, demostrando que Jesús era el Mesías. Pablo afirma que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). En Hebreos 11, Pablo enumera a muchos de los hombres y las mujeres que fueron héroes de la fe, y se toma al pie de la letra sus historias y los escenarios originales del Antiguo Testamento. Nunca encontramos que algún escritor del Nuevo Testamento dude de la autenticidad, la historicidad, las profecías o las enseñanzas de la Biblia. No consideran los relatos de las Escrituras de otra manera que no sea autoritativa. Los ejemplos de Jesús y los apóstoles nos dan la evidencia más clara de cómo abordar las Escrituras. Ellos permitieron que las Escrituras interpretaran las Escrituras. Confiaron en las Escrituras como su defensa durante la tentación y exigieron un claro “así dice Jehová” en la interpretación más clara del texto bíblico y sus aplicaciones.

APLICACIÓN A LA VIDA

En la década de 1990, el movimiento WWJD se hizo popular entre los cristianos. Los jóvenes usaban pulseras de plástico con el acrónimo WWJD, que en español sería QHJ: “¿Qué haría Jesús?” Esta pregunta también podría ser apropiada al considerar la forma de abordar la Biblia. Podríamos reformular el acrónimo a QDJ: “¿Qué diría Jesús?” ¿Qué diría Jesús de las interpretaciones modernas que niegan la historicidad de los principales acontecimientos del Antiguo Testamento? ¿Qué diría Jesús de los argumentos a favor de la creencia de que el Antiguo Testamento enseña un mensaje diferente del enseñado en el Nuevo Testamento, y que debería minimizarse y relegarse a una posición de menor autoridad? ¿Qué le diría Jesús a alguien de la iglesia que insiste en que ciertos pasajes del Nuevo Testamento solo son aplicables a la iglesia a la que se dirigió esa carta en particular (p. ej., Éfeso o Corinto)? ¿Limitaría Jesús la autoridad de la Biblia? Como discípulos de Cristo, ¿cómo emulamos su abordaje de las Escrituras? ¿Intentaremos interpretar y torcer palabras como lo hicieron los fariseos y los saduceos para atrapar a Jesús? 
1. Pídeles a tus alumnos que relaten experiencias en las que se les vinieron ciertos pasajes bíblicos a la mente cuando se vieron tentados a dejar de lado a Jesús. ¿Qué clase de bendiciones recibimos al memorizar la Biblia y almacenarla en el corazón? ¿Cuántas promesas de Dios has guardado para cuando ya no tengas acceso a la Biblia? 
2. Piensa en otros ejemplos de cuando Jesús y los apóstoles basaron sus argumentos en las Escrituras. ¿Cuán eficaces fueron esos argumentos?

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