miércoles, 1 de marzo de 2023

Revelación e Inspiración

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F. Canale

Introducción

"Si la Biblia no es inspirada, no hay sistema bíblico" - R. Graf.

Sabemos de Dios únicamente por medio de su revelación, y, por lo general, los cristianos hemos reconocido las Escrituras como revelación pública y específica de la voluntad y del pensamiento de Dios para nosotros. Aparte de la revelación especial de Dios en las Escrituras (2 Timoteo 3:16), los teólogos también hablan de una revelación general a través de la naturaleza, mediante la cual todo el mundo tiene cierto conocimiento de un Ser supremo. Dios nos presenta esa idea específicamente en las Escrituras (por ejemplo, Romanos 1:18-20).

Analizaremos la evidencia bíblica en pro de la inspiración de las Escrituras, así como los diversos modelos empleados para articularla. Sugerirá una nueva interpretación de la evidencia basada en premisas bíblicas y en un atento análisis de todo el abanico de la evidencia bíblica.

1. Revelación, Escritura e interpretación

Con la llegada de las eras moderna y posmoderna, muchos cristianos han llegado a la conclusión de que la existencia de una revelación cognitiva especial procedente de Dios es imposible. Desgraciadamente, esos teólogos intentan interpretar las Escrituras partiendo de la suposición de que en su redacción participaron únicamente seres humanos. Están convencidos, de forma dogmática, de que Dios no puede comunicar conocimiento a los seres humanos.

Por eso, las Escrituras y la teología son fruto de la imaginación humana, siempre cambiante. De ese modo, esos teólogos niegan la convicción de Pedro de que en las Escrituras no hallamos mitos, sino verdades. (2 Pedro 1:16).

Autor e interpretación

Siempre que leemos un texto, damos por sentado acertadamente que alguien lo ha escrito. No siempre es necesario que, para entender el significado de un texto, conozcamos al autor, pero tal conocimiento puede añadir profundidad al significado.

Cuando leemos las Escrituras se da la misma dinámica. Lo más frecuente es que entendamos el significado obvio de los textos. Si estamos convencidos de que Dios es el autor de lo que leemos en las Escrituras, nuestra interpretación teológica de las mismas variará considerablemente de la de un lector que esté convencido de que las Escrituras son obra de individuos religiosos bien intencionados que describían su propia experiencia. Por eso, la comprensión de quién es el autor de las Escrituras (o de quiénes son sus autores) llega a ser una premisa crucial desde la que los creyentes y los teólogos abordan su interpretación de las Escrituras, formulan las enseñanzas cristianas y experimentan su poder transformador en la vida cotidiana. En resumidas cuentas, nuestra comprensión de la revelación-inspiración (RI)' se convierte en una suposición necesaria para nuestra hermenéutica de la Escritura y de su teología.

2. La evidencia bíblica

Sabemos que alguien es el autor de las Escrituras. Sin embargo, ¿cómo sabemos quién fue esa persona, o quiénes fueron esas personas?

Para responder esta pregunta, empezamos prestando mucha atención a lo que afirman los autores bíblicos sobre el origen de las Escrituras.

Hay muchas evidencias en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo, que nos dicen que los autores bíblicos consideraban que Dios era el autor de la Escritura. Los pasajes archiconocidos que se usan en la formulación de la doctrina bíblica de las Escrituras son 2 Timoteo 3:15-17 y 2 Pedro 1:20-21.

El término paulino [theopneustos]

La afirmación que hace Pablo sobre el origen de las Escrituras es breve y genérica: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Timoteo 3:16). Aunque nuestra palabra inspiración' proviene en parte de la traducción latina de este texto, «divinitus inspirata», Pablo usa la palabra [theopneustos], que, literalmente, significa "respirada por Dios". No tenemos ni idea de qué podría significar una "respiración divina" si la expresión se aplicase literalmente a la generación de las Escrituras, pero podemos intentar comprenderla metafóricamente. Así entendido, el texto dice que Dios está implicado directamente en el origen de las Escrituras, aunque no explica el modo ni los detalles de la acción divina.

El término petrino epóuevol (feromenoi]

Las observaciones de Pedro sobre el origen de las Escrituras están más matizadas, y son más analíticas y específicas. Cuando afirma que hombres inspirados (feromenoi), "siendo movidos" o " siendo dirigidos"] por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios» (2 Pedro 1:21, LBA), Pedro subraya explícitamente el hecho de que son obra de la pluma de seres humanos bajo la dirección del Espíritu Santo. En resumidas cuentas, en la generación de las Escrituras estuvieron implicados tanto Dios como seres humanos.

No obstante, Pedro matizó con mucho cuidado y de forma muy enérgica la intervención de los agentes humanos. «Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge (ginetai) de la interpretación (epilyseos) particular de nadie» (2 Pedro 1:20, NVI). Dado el contexto en que usa la palabra griega epilysis, Pedro puede estar defendiendo que aunque en la composición de las Escrituras interviniesen seres humanos, ellos no fueron el origen de las explicaciones, exposiciones ni interpretaciones de las diversas temáticas presentadas en ellas.

En una frase subsiguiente, Pedro explica que «ninguna profecía fue dada (fero) jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados [(feromenoi)], "siendo movidos" [o "siendo dirigidos"] por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios» (2 Pedro 1:21, IBA). Pedro niega nuevamente el origen humano de las Escrituras excluyendo la voluntad de los seres humanos. ¿Qué hicieron los seres humanos? Hablaron (elalèsan), proclamaron y comunicaron las explicaciones, exposiciones e interpretaciones que se originaban en Dios como autor. El habla y la escritura son expresiones del pensamiento.

Por eso, la dirección de Dios acompañó a los escritores de las Escrituras no solo cuando escribían, sino también cuando hablaban. Lo que decían era la manifestación de los pensamientos y las acciones de Dios.

El problema que subyace a la revelación-inspiración

Es notorio que, aunque Pedro y Pablo afirman de forma inequívoca la implicación directa de Dios en la generación de las Escrituras, ninguno explica las formas concretas en que intervinieron la parte divina y la humana, ni da detalles de su modus operandi específico.

Las Escrituras no abordan ese problema en ningún sitio. Dar respuestas de nuestra propia cosecha es embarcarse en una tarea teológica, porque la teología va en pos de la comprensión.

Las afirmaciones de Pablo y Pedro enseñan de forma muy significativa que Dios es el autor de las Escrituras, de todas las Escrituras (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21). Los teólogos deberían encontrar una manera de entender cómo tuvo lugar eso, y, a la vez, explicar el lado humano que se presenta en la forma en que se concibieron y escribieron las Escrituras.

Las diversas respuestas dadas a esta cuestión a lo largo de la historia han llegado a ser premisas hermenéuticas importantes. Influyen de forma decisiva en toda la labor de la investigación exegética y teológica, hasta el punto de dividir a la cristiandad en dos escuelas distintivas de pensamiento que atraviesan las demarcaciones denominacionales.

3. Método y modelos

Antes de considerar brevemente algunos modelos destacados de interpretación de la RI, hagamos una "parada" metodológica. Precisamos (1) averiguar con precisión el significado técnico de RI, (2) determinar sobre qué evidencia construyen los teólogos su interpretación de la RI, y (3) fijarnos desde qué premisas hermenéuticas elaboran los puntos de vista que tienen. Esto nos ayudará a entender lo que han dicho otras personas sobre este tema, así como lo que deberíamos tener presente en nuestra propia interpretación del mismo.

Definición básica de revelación-inspiración

Cuando los teólogos abordan la doctrina de la RI, usan las palabras 'revelación' e 'inspiración' con un sentido técnico. A grandes rasgos, "revelación' se refiere al proceso mediante el cual surgió el contenido de las Escrituras en la mente de profetas y apóstoles. En términos generales, 'inspiración' se refiere al proceso mediante el cual se comunicó el contenido de la mente de los profetas y apóstoles de forma oral o escrita. Por lo tanto, la revelación es un proceso cognitivo, mientras que la inspiración es principalmente un proceso lingüístico.

Es necesaria una nota de cautela para evitar la confusión. Los escritores bíblicos no usaron la palabra inspiración'. Además, ni ellos ni Elena G. de White usaron las nociones de revelación' o 'inspiración' con el sentido analítico técnico en el que las usamos en este capítulo.

Las usaban de manera intercambiable. Según el contexto, se pueden referir al origen del contenido de la mente de los profetas y los apóstoles, al proceso de comunicar ese contenido en formato escrito, o a ambas cosas. No es de extrañar que muchos teólogos adventistas y evangélicos hagan lo mismo. Sin embargo, una comprensión adecuada del origen de las Escrituras requiere un análisis cuidadoso de los procesos cognitivos y literarios implicados.

La evidencia

¿Sobre qué evidencia construyen los teólogos sus interpretaciones de la RI? Puesto que no observamos directamente la RI en acción hoy, los teólogos trabajan a partir de los resultados de la RI, es decir, de las Escrituras. Los teólogos reconocen dos líneas de evidencia en las Escrituras. Son la doctrina de las Escrituras y las peculiaridades de las Escrituras. Puesto que ya hemos abordado la doctrina bíblica de las Escrituras, en esta sección introduciremos brevemente la noción de las "peculiaridades" (llamadas a veces "fenómenos") de las Escrituras.

Las peculiaridades de las Escrituras. 
Cuando los teólogos hablan de las "peculiaridades" de las Escrituras, no se refieren normalmente a las enseñanzas bíblicas que hay en las Escrituras, sino a las características de las Escrituras como obra escrita y a todo su contenido. En consecuencia, aunque el acceso a la "doctrina" bíblica de las Escrituras implica un análisis teológico, el acceso a las "peculiaridades" de las Escrituras tiene lugar mediante un análisis histórico y literario. 
La primera línea de evidencia subraya el papel del elemento divino en la RI,
La segunda descubre el papel de los elementos humanos.

Si no se logra integrar debidamente ambas líneas de evidencia se llega, respectivamente, o bien a interpretaciones ultraconservadoras, o bien a interpretaciones liberales de la RI.

La hermenéutica y la revelación-inspiración

Según Alberto Timm (1999:542) es evidente que "ha llegado el momento de que adventistas del séptimo día vayan más allá de las inquietudes apologéticas para iniciar la tarea de desarrollar una teología más constructiva de la inspiración". Sin embargo, ¿cómo desarrollamos una interpretación de una temática que las Escrituras abordan de forma indirecta? 
Lo que se requiere no es ni más ni menos que una tarea constructiva y pionera de teología sistemática. Puesto que toda construcción teológica se basa en presuposiciones, la formulación de una interpretación adventista de la RI podría beneficiarse de analizar la forma en que se han concebido otras interpretaciones.

La tarea de teología sistemática vislumbrada aquí debe tomar en consideración tres aspectos diferentes de la hermenéutica: 
(1) la hermenéutica del texto, 
(2) la hermenéutica de los asuntos teológicos, y
(3) la hermenéutica de los principios filosóficos. 

La interpretación de los textos bíblicos y de los asuntos teológicos está condicionada por la doctrina de la RI, que, a su vez, depende de los principios filosóficos que el exégeta presupone.

Por ello, ¿cuáles son las presuposiciones implicadas en la interpretación de la RI? ¿Quién decide qué presuposiciones deberían tenerse?

Comencemos con la última pregunta. Puesto que la evidencia bíblica muestra que el fenómeno de la RI siempre implica acciones divinas y acciones humanas, resulta inevitable que los teólogos trasladen sus propias concepciones sobre las naturalezas divina y humana a sus doctrinas de la RI. Estos son principios filosóficos hermenéuticos, porque se asumen como principios de la hermenéutica bíblica y teológica. La naturaleza y las acciones de Dios, al igual que la naturaleza y las acciones humanas, han sido interpretadas de forma diversa por los teólogos cristianos. Puntos de vista diferentes sobre Dios y la naturaleza humana han producido interpretaciones distintas de la RI.

Repasemos nuestra exposición de esta sección metodológica. 
En primer lugar, decidimos usar las palabras 'revelación' e inspiración' con sentido técnico para fomentar la claridad. 
En segundo lugar, nos percatamos de que una comprensión acertada de la RI debe empezar escuchando lo que dicen los autores bíblicos sobre el origen de las Escrituras y debe considerar la obra concreta que produjeron (las peculiaridades de las Escrituras).
En tercer lugar, aprendimos que las doctrinas de la RI son interpretaciones que implican no solamente los datos bíblicos, sino también presuposiciones. 

Toda doctrina de la RI es una interpretación que depende de la forma en que los teólogos entienden las naturalezas y las acciones de Dios y de los seres humanos. Teniendo presentes estas aclaraciones metodológicas, nos volvemos a la historia de las interpretaciones de la RI.

Modelos de revelación-inspiración

Los teólogos han interpretado la RI de muchas maneras. No obstante, la mayoría de las explicaciones se ubican en dos modelos principales de interpretación; concretamente, el modelo clásico y el moderno. Debemos familiarizarnos con estos modelos, porque han influido en el desarrollo del pensamiento adventista sobre la RI.

Inspiración verbal. Durante los dieciocho siglos que siguieron a la muerte de Cristo la doctrina de la RI no fue objeto de disputa. Siguiendo el ejemplo de Cristo, sus seguidores aceptaban literalmente la enseñanza bíblica respecto de su propia inspiración. Dicho de forma sucinta, daban por sentado que Dios, mediante instrumentos humanos, escribió la Biblia.

Cuando los teólogos clásicos maximizaban el papel de la actividad divina en la RI, minimizaban el papel del elemento humano, pues veían a los profetas y a los apóstoles como meros instrumentos que Dios usó para escribir las palabras mismas de las Escrituras. Como se creía que Dios había escrito las palabras de las Escrituras, esta noción, que llevaba a un elevado punto de vista sobre la autoridad bíblica, se dio en llamar teoría "verbal" de la inspiración. Las palabras de la Biblia son las palabras de Dios.

Este punto de vista se fundamenta en una interpretación filosófica extra  bíblica de la hermenéutica. La sustitución de la noción bíblica de Dios por la idea griega de un Dios intemporal convirtió la idea de una Providencia soberana divina en un fenómeno dominante y abarcante. Ya en el siglo V, Agustín de Hipona usaba estas ideas, que ligaban la noción de la voluntad y la actividad divinas con la naturaleza intemporal de Dios. Siglos más tarde, esto modeló la interpretación que Lutero tenía del evangelio, al igual que la comprensión de la inspiración verbal de las Escrituras. En consecuencia, se entendía la afirmación bíblica de que el Espíritu Santo guió la escritura de los profetas mediante la suposición de que Dios obró a modo de influencia soberana irresistible que invalidaba cualquier iniciativa que se originase en la voluntad humana. Según esta suposición, Dios se convierte no solo en el autor de las Escrituras, sino también en su redactor.

En los siglos XIX y XX, los teólogos evangélicos usaron la teoría de la inspiración verbal para luchar contra el modernismo y su reto a la teología cristiana tradicional. Trabajando desde la perspectiva hermenéutica filosófica de la Providencia soberana divina, y pese a que negaban la noción de dictado, Archibald A. Hodge (1823-1886) y Benjamin B. Warfield (1851-1921) hablaban de superintendencia divina en la confluencia de los elementos divino y humano.

La analogía escultor-cincel-escultura contribuye a visualizar cómo concibe la teoría verbal de la inspiración la manera en que operan los elementos divino y humano en lo relativo a la generación escritos de la Biblia. Igual que el escultor, y no el cincel, es el autor de la obra de arte, Dios, y no el escritor humano, es el autor de las Escrituras. Los escritores humanos, igual que el únicamente un papel instrumental.

Los efectos hermenéuticos más notables de la teoría verbal son la recontextualización y la inerrancia. 
(1) Al afirmar que un Dios intemporal es el autor y escritor de las Escrituras, la inspiración verbal sitúa el origen del pensamiento bíblico en la esfera no histórica de lo sobrenatural. Se evitan los contextos y contenidos históricos en favor de verdades divinas intemporales.

La recontextualización no histórica ha adoptado formas diversas. Van de la depreciación clásica del significado literal histórico de los textos bíblicos a los significados espirituales alegóricos y a la lectura ultraconservadora de las Escrituras en la que cada afirmación bíblica es una comunicación objetiva de una verdad sobrenatural absoluta.

(2) Estamos más familiarizados con la noción de inerrancia, según la cual cada afirmación bíblica es la verdad absoluta.

Revelación de encuentro. Los tiempos modernos generaron una comprensión radicalmente nueva de la RI basada en complejos argumentos filosóficos. Friedrich Schleiermacher (1768-1834), padre de la teología moderna, propuso un modelo que habían de seguir los partidarios posteriores de la revelación de encuentro.

Expresada de forma sucinta, la revelación es un encuentro divino-humano privado de la impartición de conocimiento. «Así, el contenido de la revelación ya no se considera conocimiento sobre Dios, ni siquiera procedente de Dios, sino Dios mismo».* En consecuencia, ni una sola palabra o pensamiento que encontremos en la Escritura proviene de Dios. La revelación de encuentro es lo contrario a la inspiración verbal.

Si el contenido de las Escrituras no procede de Dios, ¿de dónde proviene? La respuesta es sencilla: De la respuesta condicionada históricamente de seres humanos al encuentro personal no cognitivo con Dios. La Biblia es un libro humano como cualquier otro. El estudio de cómo se originó el contenido de las Escrituras queda al albur de la investigación histórica.

Al suponer que Dios no aportó nada al contenido de las Escrituras, los críticos históricos ven en ellas el producto de un largo proceso de evolución cultural. La imaginación, la comunidad y la tradición humanas se convierten en el terreno del que surgen los libros de las Escrituras, humanos en todos los sentidos.

En consecuencia, algunos exégetas creen que la inspiración opera no sobre individuos, sino en la comunidad en su conjunto. Según este punto de vista, la "inspiración" no alcanzó el nivel personal de las palabras o de los pensamientos proféticos directamente, sino que influyó en el nivel social de la comunidad dentro de la que vivieron y escribieron los autores de las Escrituras. No es de extrañar que el contenido de las Escrituras siga siendo humano, no divino.

El cambio precedente en cuanto a la forma de ver la inspiración es consecuencia directa de la aplicación de la restricción establecida por Immanuel Kant (1724-1804). Según él, las facultades de la razón quedan limitadas a la esfera del tiempo y el espacio.

Los teólogos modernos se encontraron suponiendo que Dios es intemporal y que la razón humana no puede alcanzar objetos intemporales. Dentro de estos parámetros, no puede haber comunicación cognitiva entre Dios y los seres humanos. Sin embargo, el cristianismo gira en torno a la noción de que Dios se relaciona con los seres humanos. La revelación de encuentro sugiere que la relación o encuentro divino-humano tiene lugar no en la esfera cognitiva, sino en una esfera "personal" interior o "existencial", a través del alma. Por ello, la revelación es un encuentro divino-humano, real y objetivo, pero que no conlleva en absoluto comunicación alguna procedente de Dios.

Los efectos hermenéuticos más notables de la teoría de la inspiración del encuentro pueden resumirse en dos palabras: recontextualización y Crítica.
(1) La teoría de la inspiración del encuentro, igual que la teoría verbal de la inspiración, llevó a la recontextualización. Mientras que la inspiración verbal supone que las Escrituras revelan verdades objetivas intemporales, la revelación de encuentro da por sentado que aquellas son un indicador de un encuentro divino humano existencial y no cognitivo. Por ende, las Escrituras no tienen contenido revelador alguno; no son más que un indicador o testigo de la revelación. 
(2) Puesto que (a diferencia de los puntos de vista de Pablo y Pedro) el contenido de las Escrituras se originó a partir del impulso y la sabiduría de seres humanos, debemos someterlo a la crítica científica y usarlo con fines religiosos solo metafóricamente. 
(3) Debido al origen humano del contenido bíblico, el intérprete da por sentado que las Escrituras contienen errores no solo en los detalles históricos, sino también en todo lo que enseñan expresamente, incluso en sus enseñanzas sobre Dios y la salvación.  Existe una alta posibilidad de desacreditar el mensaje bíblico o aceptar solo las partes que parecen tener importancia para el intérprete.

4. El debate reciente dentro del adventismo

¿Cómo afectan hoy al adventismo estas ideas? Quizás Edward Heppenstall (1970:16) describiera con acierto la forma general en que la mayoría de los autores adventistas aborda el estudio de la RI cuando dijo que «esta iglesia no tiene una doctrina de la revelación y la inspiración claramente definida y desarrollada. Nos hemos alineado con la posición evangélica o tradicional» 

En esta sección nuestro propósito sigue siendo muy modesto, pues solo pretendemos describir desde una perspectiva global los principales modelos de la RI que han adoptado los teólogos adventistas.

Inspiración verbal

Al comienzo de la historia de nuestra iglesia, los adventistas usábamos la inspiración verbal como argumento apologético contra el deísmo. Esta tendencia se intensificó tras la muerte de Elena G. de White, cuando los adventistas hicimos frente al modernismo.

Durante la primera mitad del siglo XX, Carlyle B. Haynes, por ejemplo, abordó el asunto en dos capítulos de su obra God's Book (El libro de Dios). Su adopción implícita de la teoría de la inspiración verbal aparece cuando afirma que «la revelación es enteramente sobre-natural, y completamente controlada por Dios». «Al abordar tanto la revelación como hechos que estuviesen en su conocimiento», explica Haynes, «el autor bíblico precisaba de la inspiración para producir un documento libre de todo error y equivocación» Del control total del agente humano por parte del Espíritu Santo se sigue la inerrancia absoluta; Dios controla completamente el proceso de escritura, y el agente humano es un instrumento poco activo. Puede que este concepto siga siendo la interpretación por defecto de la RI que sostienen la mayoría de los adventistas que aún no han considerado el asunto de forma explícita.

Por ello, inconscientemente, la teoría de la inspiración verbal, adoptada por los teólogos adventistas conservadores, procede de la interpretación agustiniano-calvinista de presuposiciones hermenéuticas filosóficas derivadas de un punto de vista griego particular de la realidad. Aunque la teoría verbal afirma un alto concepto de las Escrituras, de facto, niega su supremacía reveladora (el principio sola scriptura) en la tarea de poner en práctica la teología cristiana, puesto que la propia teoría no se basa en cimientos bíblicos.

Inspiración de pensamiento

Elena G. de White influyó muchísimo en el concepto adventista de la RI. Mediante su ejemplo y sus enseñanzas, señaló en una dirección divergente tanto de la inspiración verbal como de la revelacion de encuentro. Sin embargo, esto no disuadió a algunos adventistas, del pasado y del presente, de que adoptaran tales puntos de vista. Al intentar comprender la RI tomando indicios de las enseñanzas y la experiencia profética de Elena G. de White, muchos adventistas han adoptado la idea denominada "inspiración de pensamiento", convencidos de que la forma en que representan esta noción refleja debidamente el punto de vista que ella tenía sobre la inspiración. Por ende, con la expresión "inspiración de pensamiento" nos referimos específicamente a la reflexión teológica de algunos estudiosos adventistas sobre la RI que supuestamente se basa en los puntos de vista de Elena G. de White sobre la inspiración. Por lo tanto, estos comentarios no solo afirman que los pensamientos de los profetas fueron inspirados, sino que, de una forma muy particular, en palabras de Elena G. de White, los propios «hombres» estuvieron inspirados.

Una de las primeras expresiones de la inspiración de pensamiento entre los adventistas se dio en 1883. Afirmaba que los adventistas "creemos que la luz dada por Dios a sus siervos es mediante la iluminación de la mente, impartiéndose así el pensamiento y no (salvo en casos excepcionales) las palabras mismas con que deberían expresarse las ideas". Que esa inspiración actúe en los pensamientos de los autores bíblicos, y no en sus palabras, es una clara novedad con respecto a la inspiración verbal. Esta declaración inicial fue un hito en el camino, no una teoría.

Ochenta y siete años después, Edward Heppenstall articuló esta forma de ver las cosas dentro de un amplio perfil teórico. La obra de Heppenstall supuso tanto una alternativa a la revelación de encuentro como una novedad con respecto a la inspiración verbal.

Rechazando con acierto la base no cognitiva de la revelación de encuentro, Heppenstall propuso que la revelación divina tenía lugar en la mente del escritor, en la esfera de las ideas, los conceptos y las enseñanzas del escritor bíblico.

Desgraciadamente, no especificó los medios mediante los que se formaba tal revelación conceptual. Además, según Heppenstall, la inspiración tenía lugar en la mente del escritor. Sugería que, en la inspiración, el Espíritu Santo tomaba el control de la mente del redactor humano para garantizar «la exactitud de lo que se revela».  «La revelación tiene el mismo alcance que el ámbito de lo que se revela, y nos garantiza que las verdades reveladas se corresponden con lo que Dios tenía en mente». Tanto en la revelación como en la inspiración Dios actúa sobre el pensamiento, no sobre las palabras. Mediante la revelación se generan ideas en la mente del profeta, y mediante la inspiración esas ideas se comunican con fidelidad. Sin embargo, se introduce la incertidumbre, por cuanto «uno de los factores desconocidos en la inspiración es el grado del control que el Espíritu Santo tiene sobre la mente de los escritores bíblicos». La posición de Heppenstall implicaba que la inspiración divina no llega a las palabras de las Escrituras. En consecuencia, propone lo que podría denominarse "inerrancia de pensamiento". Solo son inerrantes los pensamientos bíblicos, no las palabras.

De forma muy oportuna, de cara a la apologética contra las críticas bíblica y científica del contenido de las Escrituras, el creyente puede argumentar que los errores y las incoherencias son debidos al lenguaje imperfecto, no a una verdad o pensamiento imperfecto.

De forma sucinta, según la inspiración de pensamiento, la RI divina actúa en la verdad que subyace a las palabras, pero su efecto no llega a las palabras. De aquí que en las Escrituras tengamos una verdad infalible presentada con lenguaje falible. Por lo tanto, las Escrituras contienen errores en cuestiones de detalle que no afectan al pensamiento revelado.

Basándose en la declaración archiconocida hecha por Elena G. de White en cuanto a la inspiración de pensamiento, algunos estudiosos han llegado a la conclusión de que la inspiración de pensamiento actúa en el proceso del pensamiento de los escritores bíblicos, pero no llega a alcanzar sus palabras. Suponen también una dicotomía entre pensamiento y palabras. Los pensamientos son independientes de las palabras. Por ello, en las Escrituras tenemos verdades o pensamientos perfectos transmitidos con palabras falibles imperfectas. Sobre esta base, sugieren que las Escrituras presentan una falibilidad verbal limitada en cuestiones de detalle en el terreno de las palabras. Sin embargo, el mensaje salvífico de las Escrituras permanece inerrante.

En 1991, viniendo precisamente de la perspectiva de los estudios bíblicos, Alden Thompson puso la cuestión de la inspiración bíblica en la primera línea del debate adventista.  Un año más tarde, un grupo de teólogos adventistas publicó una respuesta bíblica a su propuesta. Thompson distingue entre revelación e inspiración. La revelación es la comunicación sobrenatural de ideas y de la verdad a los profetas "algún tipo de suministro especial de datos procedente de Dios, un mensaje de él a sus criaturas de la tierra".

El pensamiento divino se comunica por medio de intervenciones sobrenaturales, como visiones, sueños, una voz del cielo, milagros, palabras escritas en piedra y Jesucristo. Sin embargo, la inspiración se convierte en un borroso y subjetivo «fuego que calaba hasta los huesos» a los profetas y los apóstoles, que los impulsaba a escribir y hablar desde la presencia del Espíritu Santo. Lejos de afirmar que la inspiración transforme las palabras de los profetas en las palabras de Dios, Thompson (1991:53) cree que la inspiración significa que «Dios está lo bastante cerca de los escritores para que la idea se transmita con claridad suficiente» 

Obsérvese que a través de la inspiración Dios no actúa ni en los pensamientos del profeta ni en sus palabras. La inspiración es una presencia divina que el profeta percibe en los huesos, no en la mente.

La cuestión es: ¿Quién es el originador de la idea que se transmite «con claridad suficiente» con las palabras de las Escrituras? En esta coyuntura entra en juego otra característica del punto de vista de Thompson sobre la RI. Aunque todas las Escrituras están inspiradas (la presencia divina percibida en los huesos del escritor), solo algunas porciones están reveladas (es decir, procedentes del pensamiento, las propuestas y las acciones milagrosas de Dios). Thompson plantea este argumento afirmando, incorrectamente, que «la Biblia no dice que todas las Escrituras se diesen por revelación». A modo de reacción contra esta noción. Raoul Dederen concluye que «mantener que todo es inspirado, pero que solo parte - es decir, una parte pequeña- está revelado, y, desde esa base, abordar e intentar solucionar las afirmaciones aparentemente contradictorias de las Escrituras sigue resultando insatisfactorio».

De hecho, dado que las Escrituras no adoptan la distinción técnica entre revelación e inspiración que usamos para investigar la comprensión de los orígenes de las Escrituras, Pablo afirma que todo el contenido de las Escrituras tuvo su origen en Dios. Por lo tanto, según las Escrituras, toda la Biblia es a la vez revelada e inspirada.

Entonces, según Thompson, ¿de dónde provienen otras porciones de las Escrituras? Argumenta con acierto que muchas porciones de las Escrituras se originan en la investigación y en la experiencia. Sin embargo, por ser de origen humano, tal contenido solo puede mantener su autoridad cuando se basa en la inspiración. No obstante, si los escritores bíblicos experimentaron la inspiración de una forma que no era ni cognitiva ni lingüística, sino subjetiva, como un fuego que calaba hasta los huesos, llegamos a la conclusión inevitable de que grandes porciones de las Escrituras presentan ideas humanas falibles.

El uso que hace Thompson de la inspiración de pensamiento con fines exegéticos muestra cómo puede usarse el método histórico-crítico en la teología adventista. A saber, se especifican los materiales bíblicos que caen fuera del alcance de la inspiración de pensamiento.

Ventajas y dificultades de la inspiración de pensamiento. 
La inspiración de pensamiento, objeto de reflexión por parte de los teólogos adventistas mencionados anteriormente, conlleva aspectos positivos y negativos. Del lado positivo, por ejemplo, hace de vía intermedia entre el concepto modernista de revelación no cognitiva de encuentro y la inspiración verbal clásica absolutamente inerrante. La inspiración de pensamiento también tiene el efecto positivo de dirigir la atención del intérprete a las cuestiones de más peso planteadas en las Escrituras y de obviar las minucias. Por último, este punto de vista sobre la inspiración tiene la obvia ventaja de explicar peculiaridades bíblicas que no cuadran en la teoría de la inspiración verbal.

Sin embargo, esas reflexiones sobre la inspiración de pensamiento tienen ciertas desventajas. La dicotomía pensamiento-palabras lleva a la pretensión de que la inspiración no alcanza a las palabras de las Escrituras.
Desgraciadamente, tal afirmación y la dicotomía pensamiento - palabras no cuentan con el apoyo de las Escrituras, de Elena White ni del análisis filosófico. Aunque la inspiración de pensamiento explica mejor que la inspiración verbal las peculiaridades de las Escrituras y la experiencia de Elena G. de White al escribir sus libros, una interpretación radical de la misma no logra explicar la clara afirmación bíblica de que la inspiración alcanza a las palabras (2 Timoteo 3:16).

Además, un estudio detallado de la idea de Elena G. de White sobre la inspiración parece sugerir que, según ella, la inspiración divina sí llega a las palabras y garantiza la «total fiabilidad del registro bíblico» La conocida cita de Elena G. de White que usan los partidarios adventistas de la inspiración de pensamiento para convencer a otros de su punto de vista afirma: 
"No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo. Pero las palabras reciben la impresión de la mente individual. La mente divina es difundida. La mente y voluntad divinas se combinan con la mente y voluntad humanas. De ese modo, las declaraciones del hombre son la palabra de Dios". (1MS, 24).

Desgraciadamente, omiten la última frase del párrafo, en la que Elena G. de White dice con claridad que la inspiración alcanza a las palabras de los profetas. Elena G. de White dice claramente que la inspiración divina que incluye nuestros términos técnicos de revelación e inspiración - actúa no en las palabras (como afirma la teoría verbal), sino en la formación del pensamiento del escritor. No obstante, la inspiración alcanza a las palabras de los profetas, que «son la palabra de Dios»

En numerosos pasajes, Elena G. de White se refiere a las Escrituras como «la palabra inspirada», o «las palabras inspiradas», de Dios (Ev. 199; 1MS, 19; CC, 108), «palabras de la inspiración» (NB, 218; 2T, 605).

Parece evidente que Elena G. de White no apoyaría la inspiración de "pensamiento" como muchos la entienden a comienzos del siglo XXI. En consecuencia, parece engañoso usar un aspecto del complejo punto de vista que ella tenía para dar autoridad a una teoría que ella no habría aprobado.

Aunque como adventistas no creamos que las palabras de las Escrituras fueron inspiradas (es decir, no fueron ni dictadas ni representan el lenguaje divino per se), el proceso de la RI, no obstante, alcanza a las palabras de los profetas. En otras palabras, el Espíritu Santo guió a los profetas en el proceso de la escritura, garantizando que la propias palabras de los profetas expresaran el mensaje que recibía de forma fidedigna y fiable. A veces Elena G. de White no encontraba una forma mejor de expresar lo que se le mostraba; «mientras mi pluma vacila por un momento», escribe, «las palabras apropiadas acudían a su mente (1MCP 325; 2MR 156-157).

La reflexión filosófica sugiere que «el lenguaje y el pensamiento sobre las cosas están tan ligados que es una abstracción concebir que sistema de verdades sea un sistema dado previamente de posibilidad del ser [pensamientos] para el que el sujeto significante (escritor bíblico) seleccione los correspondientes signos [palabras]». Los pensamientos y las palabras van juntos. Un pensamiento sin palabra o palabras que hayan de comunicarse perece en la mente del pensador.

Otro problema es que, para todos los fines, y en la práctica, la inspiración de pensamiento, tal como se ha definido anteriormente, reduce la inspiración a la revelación. Permítase que nos expliquemos. Técnicamente, la revelación tiene que ver con la formación de ideas en la mente de los escritores bíblicos y con la inspiración, como parte del proceso de comunicar la revelación de forma escrita u oral. Cuando la inspiración de pensamiento afirma que la asistencia divina que recibe el profeta no alcanza a las palabras, se limita con ello la intervención divina a la revelación. El problema en la práctica de este punto de vista es que no tenemos acceso al pensamiento profético, que murió con los profetas que dejaron solo sus palabras humanas falibles.

Por último, una dicotomía pensamiento-palabra crea una disyuntiva entre historia y salvación que encuentra su fundamento no en el pensamiento bíblico, sino en el platónico. Puesto que el contenido teológico no está ligado estrictamente a las palabras de las Escrituras, los exégetas y los teólogos acaban usando su imaginación y presentándola como si fuese el contenido teológico del texto. No es de extrañar que algunos teólogos y científicos adventistas del séptimo día, intentando acomodar el relato bíblico de la creación a las enseñanzas científicas evolucionistas, usen la inspiración de pensamiento de la forma presentada con anterioridad para justificar su enfoque.

Además, si la separación entre pensamiento y palabras contempla la existencia de errores pequeños, ¿por qué no iba a contemplar también que hubiese errores sustanciales en las enseñanzas teológicas?

Revelación de encuentro

En un artículo muy bien argumentado, publicado en 1975, Herold Weiss, erudito del NT, presenta otra forma de contemplar el empleo del método histórico-crítico en la teología adventista. Weiss cree que la revelación tiene lugar como un encuentro no cognitivo divino-humano. Explica:

"Entiendo que la revelación no es esencialmente la comunicación de información divina dada por el Espíritu a los escritores de la Biblia; tampoco considero que la fe sea la aceptación de esta información. La revelación es más bien, en primer lugar, una manifestación divina que crea una comunidad en la que la vida expresa esta revelación en símbolos de acción, imaginación y pensamiento bajo la guía de los profetas". (1975:52)

Entonces, ¿cuál es la fuente de los conceptos y las palabras de las Escrituras? No Dios, sino los profetas y los apóstoles. Este punto de vista produce una dicotomía entre fe y creencia. Aunque la creencia pertenece a la esfera de la historia y es verificable, la fe pertenece a la esfera de la trascendencia divina y no es verificable. Como obra escrita, las Escrituras representan los pensamientos y las palabras de los profetas, no de Dios. El objetivo de este ejercicio no es encontrar la verdad, sino delinear la experiencia mística no histórica y no cognitiva con Dios para inspirar nuestras propias experiencias vitales.

Resumiendo estos argumentos, podemos decir que en la actualidad los eruditos adventistas trabajan dando por sentadas tres interpretaciones diferentes de la RI. Las diferencias revelan escuelas y paradigmas teológicos diferentes. Estos influyen decisivamente en toda la labor de investigación exegética y teológica hasta el extremo de dividir a los adventistas en escuelas diferenciadas de pensamiento a lo largo y ancho del mundo.

5. Hacia una interpretación bíblica de revelación-inspiración

¿Deberíamos escoger una interpretación en perjuicio de las demás?

Si la respuesta es que no, ¿deberíamos buscar una nueva interpretación? 
Para responder estas preguntas es preciso comenzar evaluando las teorías actuales sobre la RI. 
¿Cómo las evaluamos? Las valoramos atendiendo cuidadosamente a toda la evidencia. Una vez hecho eso, nuestra interpretación, sin distorsión, tendría que poder explicar las tensiones o contradicciones halladas en todo el abanico del testimonio que las Escrituras dan de sí mismas y en otras peculiaridades de las Escrituras. Además, deberíamos contemplar el origen y el contenido de las presuposiciones hermenéuticas filosóficas implicadas explícita o implícitamente en la concepción y la formulación de cada modelo de RI.

Superación de la revelación de encuentro, de la inspiración verbal y de la inspiración de pensamiento

Raoul Dederen aborda una interpretación de la RI usando una metodología diferente. En lugar de adoptar las interpretaciones disponibles con fines apologéticos o hermenéuticos, somete los modelos interpretativos actuales a una crítica basada en una escucha atenta de lo que dicen los autores bíblicos y Elena G. de White sobre este asunto.

Con tal planteamiento, descubre que las alternativas representadas por la revelación de encuentro y la inspiración de pensamiento son deficientes.

Dederen reconoce que la revelación no es meramente un fenómeno intelectual, sino un encuentro personal del profeta con Dios. No obstante, defiende que, según las Escrituras, en el encuentro de la revelación, Dios comunica, aunque sea parcialmente, conocimiento de sí mismo y de su voluntad. Además, la disyuntiva entre el acto divino y la palabra humana disyuntiva en la que fundamenta su argumentación la revelación de encuentro no tiene apoyo bíblico alguno. Esta posición puede defenderse únicamente desde una base científica y filosófica.

Siguiendo con la misma base bíblica, Dederen descarta implícitamente la inspiración de pensamiento de la que hemos hablado antes. Defiende que, en las Escrituras, palabra y pensamiento van juntos. En consecuencia, .«las palabras son intrínsecas al proceso de la revelación inspiración» 28 También defiende, con acierto, que, tras repasar lo que Elena G. de White escribió sobre la RI, «todo apunta al hecho de que el Dios que imbuyó de pensamientos la mente de los profetas y que los inspiró en el cumplimento de su cometido, también veló sobre ellos en el empeño de estos por expresar "ideas infinitas" y plasmarlas con los "vehículos finitos" del lenguaje humano». Las Escrituras son «en el sentido más elevado y verdadero creación de Dios», Por último, Dederen se siente incómodo con la noción de que las Escrituras sean producto de una revelación solo parcial, pero que estén inspiradas totalmente, y anima a la iglesia para que encuentre «otras soluciones».

Esta evaluación sucinta descalifica los tres puntos de vista de la RI que en la actualidad están vigentes en la teología adventista.

Dado que cada punto de vista opera a partir de definiciones filosóficas de presuposiciones hermenéuticas, ninguno de ellos responderá a todo el abanico de la evidencia bíblica, no importa cuánto se reflexione sobre él. Por lo tanto, debemos desarrollar una nueva interpretación usando definiciones bíblicas de las presuposiciones hermenéuticas implicadas en la RI.

Construcción fundamentada en la Escritura

Sin embargo, nada es realmente nuevo. En nuestra búsqueda de otro modelo de interpretación, deberíamos reconocer la fortaleza y las aportaciones de los modelos actuales de la RI. 
De la revelación de "encuentro" tendríamos que retener la convicción bíblica de que la obra divina de la RI tiene lugar dentro de una relación histórica yo-tú (por ejemplo, Deuteronomio 34:10). 
De la inspiración de "pensamiento" será preciso retener la enseñanza bíblica de que la obra divina de la RI se centra en la esfera del proceso de los pensamientos de los escritores bíblicos (2 Pedro 1:21). 
De la inspiración "verbal" deberíamos retener la enseñanza bíblica de que la obra divina de la RI también alcanza el ámbito de las palabras (2 Timoteo 3:16). Por último, dado que en las Escrituras Dios ha encarnado sus pensamientos en la escritura y en el pensamiento humanos, los elementos humanos y divinos son inseparables. En consecuencia, jamás deberíamos intentar distinguir entre aportaciones divinas y humanas en la concepción y la redacción de las Escrituras.

A partir de este punto de inicio, habría que considerar las muchas maneras en que se relacionaron Dios y los escritores bíblicos en el proceso de concebir las ideas y de la recopilación de información que encontramos en las Escrituras. Sería conveniente que nos planteásemos lo mismo con respecto al proceso mediante el cual se pusieron por escrito esas ideas y esa información (Hebreos 1:1). Es cierto que Dios actúa de maneras ocultas a nuestra vista. No obstante, las Escrituras y Elena G. de White nos dan evidencia abundante sobre la que fundamentar nuestra interpretación. La evidencia que encontramos en ellas incluye tanto el testimonio de sí mismas como las peculiaridades de las Escrituras.

En nuestra búsqueda de una interpretación bíblica de la RI daremos dos pasos. 
En primer lugar, consideraremos meticulosamente las presuposiciones hermenéuticas implícitas en nuestra interpretación de los elementos humanos y divinos implicados en la RI. 
En segundo lugar, intentaremos formular de forma sucinta una interpretación bíblica de la RI usando las nociones obtenidas en el primer paso para entender las afirmaciones generales de Pablo y Pedro sobre la inspiración (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21).

Presuposiciones hermenéuticas fundamentales

La clave de cualquier interpretación está en aplicar los principios hermenéuticos apropiados. El proceso científico básico requiere que infiramos nuestras presuposiciones hermenéuticas de la cosa que queremos entender. Puesto que, en el caso que nos ocupa, intentamos entender el origen de las Escrituras, no solo debemos escuchar lo que dicen los autores bíblicos sobre la RI, sino también tomar nota de las presuposiciones hermenéuticas que emplearon, en vez de adoptar las derivadas de la filosofía y la ciencia humanas. Fundamentalmente, presuponemos un Dios que actúa personalmente dentro del devenir de la historia humana.

Dederen afirma que «la revelación tiene lugar y se desarrolla dentro de la historia», Adaptando sus pensamientos, ideas y acciones infinitos a nuestro nivel de criatura, a nuestras palabras y nuestros modelos de pensamiento limitados e imperfectos, Dios permite que la historia divina tenga lugar dentro de la historia humana. Quien traduce las ideas divinas a nuestros modelos cognitivos y lingüísticos no es el profeta, sino Dios.

La idea de que Dios actúe históricamente en el tiempo, que los escritores bíblicos y Elena G. de White dan por sentada, y que está en la base del tema del gran conflicto, requiere una reinterpretación de las presuposiciones hermenéuticas filosóficas que subyacen a la revelación de encuentro, a la inspiración verbal y a la inspiración de pensamiento, entendida como una dicotomía radical entre palabras y pensamientos.

Revelación

A diferencia de la idea evangélica clásica, y de la moderna, de que Dios usase solo un patrón de acción divino en la RI, las Escrituras hablan de una variedad de patrones divinos. La introducción de la Epístola a los Hebreos afirma que «Dios, que muchas veces (polymerös]) y de varias maneras (polytropos]) habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo» (Hebreos 1:1-2, NVI).

Algunos adventistas han empezado a reconocer esta variedad y han sugerido que, al modelo "profético" generalmente aceptado, deberíamos añadir el "modelo de investigación" de la revelación. Otras sugerencias incluyen los patrones de revelación "testimonial"." consejero", "epistolar" y "literario". Es preciso efectuar una tarea analítica adicional para descubrir, en la medida de lo posible, cómo contribuyeron los elementos divinos y los humanos a la generación del pensamiento y de la información bíblicos.

Parece evidente que, en el origen de las Escrituras, hubo una estrecha relación entre los elementos divino y humano en al menos los siguientes patrones: El teofánico (Éxodo 3:1-5), el profético (Apocalipsis 1:1-3), el verbal (Éxodo 31:18), el histórico (Lucas 1:1-3), el sapiencial (Eclesiastés 1:1, 12-14; 12:9-11) y el existencial (Lamentaciones 3:1). Analizar estos patrones y sus presuposiciones hermenéuticas nos permitirá comprender mejor cómo toda la Biblia fue el resultado de la revelación y de la inspiración, y nos capacitará para superar la disyuntiva radical pensamiento-palabras implícita en la inspiración de pensamiento.

Inspiración

Los profetas no nos han dejado mucha información en cuanto a las formas en que tuvieron lugar las intervenciones divinas mientras comunicaban sus mensajes de forma oral o escrita. No obstante, a partir de la información disponible, tenemos derecho a extraer algunas conclusiones provisionales.

Parece que los escritores bíblicos recibían ideas e información antes de sentarse a escribir. Por lo tanto, el papel del Espíritu Santo en la inspiración no fue fundamentalmente para generar pensamientos, sino para garantizar la fiabilidad de la comunicación de la información recibida.

Cuando Dios envió a Moisés a liberar a Israel de la servidumbre egipcia, el equipo formado por Moisés y Aarón funcionó de forma semejante al equipo Dios-profeta. Moisés representaba a Dios a la hora de "poner palabras" en la boca de Aarón. Entretanto, Aarón, que hablaba en lugar de Moisés al pueblo, desempeñaba el papel del profeta.

El acto de «poner palabras en la boca" de alguien significaba que el receptor se convertía en representante subordinado de otro; sin embargo, el representante tenía libertad en su representación. Por así decirlo, tenía poder notarial. Pensar que hablaba "al dictado" no tiene ningún sentido. Aarón tenía grandes dotes verbales, y Dios lo llamó para que usase su don. De la misma manera, los profetas y los apóstoles, como representantes de Dios, estaban subordinados a los pensamientos de este, pero los expresaron según su propia comprensión y su propia forma de expresión.

En esta coyuntura, debemos tener presente que, en la revelación, el pensamiento divino se adaptó a las limitaciones e imperfecciones de los procesos mentales humanos. Con la inspiración, el pensamiento divino, ya adaptado al modo de pensar humano, se adapta a los patrones humanos de escritura. Por eso, el modo de pensar y de escribir que hallamos en la Escritura no es divino, sino humano. Por lo tanto, Elena G. de White nos dice que:
"La Biblia está escrita por hombres inspirados, pero no es la forma del pensamiento y de la expresión de Dios. Es la forma de la humanidad. Dios no está representado como escritor. Con frecuencia los hombres dicen que cierta expresión no parece de Dios. Pero Dios no se ha puesto a sí mismo a prueba en la Biblia por medio de palabras, de lógica, de retórica. Los escritores de la Biblia eran los escribientes de Dios, no su pluma". (1MS, 24)

Esto no quiere decir que el contenido de la Escritura sea indigno de confianza. Significa solo que no debemos esperar de las Escrituras una perfección divina absoluta hasta el menor detalle, como si Dios hubiese empleado su forma perfecta de pensar y de escribir. El contenido verdadero generado por la revelación se expresa con la forma imperfecta del pensamiento y la escritura humanos.

Por ejemplo, los escritores bíblicos no tenían memorias perfectas; se olvidaban de las cosas, igual que nosotros. No poseían una percepción sensorial perfecta. No eran capaces de captar todas las riquezas de las ideas y los pensamientos divinos que les eran revelados.

Además, nuestras palabras pueden tener varios significados, incluso contradictorios. Nuestra sintaxis permite la formación de frases de formas distintas con diferentes significados, etcétera. Todo ello forma parte de la manera humana de pensar y escribir que Dios empleó al revelar e inspirar las Escrituras.

¿Borró o invalidó siempre la inspiración divina las imperfecciones de la forma humana de pensar y escribir? En contra de las afirmaciones de los partidarios de la inspiración "verbal", las peculiaridades de las Escrituras muestran claramente que no. Dios usó nuestros medios de comunicación imperfectos para revelarse a nosotros y para revelarnos su palabra. Por eso, en las Escrituras encontramos la verdad de Dios expresada con una forma humana imperfecta de comunicación. Dios quiso que se hiciese así, porque es la mejor manera de revelarse y de revelarnos sus verdades salvíficas.

El objetivo de la inspiración no es mejorar la forma humana de pensar o escribir, sino garantizar que los escritores no remplacen la verdad de Dios con sus propias interpretaciones. La guía del Espíritu Santo no invalidó el pensamiento ni los procesos de escritura de los escritores bíblicos, sino que supervisó el proceso de la escritura para maximizar la claridad de ideas y para evitar, en caso necesario, la distorsión de la revelación, o el cambio de la verdad divina por una mentira. En otras palabras, no deberíamos imaginarnos que la guía continua del Espíritu Santo en el proceso de escritura sea una intervención divina continua que forzase la elección de cada pensamiento y cada palabra de las Escrituras. Más bien deberíamos considerar un patrón menos intrusivo de inspiración, un patrón más coherente con la libertad de los escritores humanos.

Los comentarios de Elena G. de White relativos a su propia experiencia como escritora nos dan ejemplos de muchos patrones correctores y recuperadores de intervención directa que el Espíritu Santo usó durante el proceso de la inspiración. Por ejemplo, observamos un aumento de la memoria (2SG 292-293; 1MS, 40-42), el auxilio a la hora de dar con «las palabras apropiadas» (1MCP, 325; 2MR, 156-157) y el otorgamiento de revelación adicional (3MS, 39, 124). A partir de estos ejemplos podemos ver que Dios no origina las palabras invalidando la función normal del agente humano. Al contrario, vemos que los procesos del pensamiento y la escritura tienen lugar en el agente humano bajo la guía minuciosa del Espíritu Santo.

Por último, las Escrituras presentan un ejemplo de patrón de intervención divina ocasional usado también por el Espíritu Santo para guiar a los escritores bíblicos. Observamos las profecías de Balaam (Números 22: 1 - 24: 25). El texto bíblico y los comentarios de Elena G. de White ponen de manifiesto que la libertad de Balaam fue anulada por el Espíritu Santo (Números 22:18, 20, 28-31; PP, 468-469, 473, 476- 478). Este patrón no es el patrón normal de la inspiración divina, como sugiere la teoría verbal. Obviamente, no podemos aplicar a los profetas bíblicos el patrón de la actuación divina del caso de Balaam.

Este incidente contribuye a que veamos que Dios no permite que lo tergiversen profetas reconocidos como tales que, por la ganancia personal, estén dispuestos a convertir la verdad de Dios en una mentira.

El Espíritu garantizaba que los profetas escogidos no sustituyesen las verdades divinas por la imaginación humana.

Basándonos en lo anterior, podemos afirmar la total fiabilidad de las Escrituras dentro de los parámetros de las limitaciones humanas normales del proceso de pensamiento y del proceso linguístico.

Puesto que toda la Biblia está revelada e inspirada dentro del ámbito del pensamiento y del lenguaje humanos, no representa la perfección divina; no obstante, sus palabras ponen de manifiesto de forma fiable los pensamientos y la voluntad de Dios hacia nosotros.

Esta perspectiva de la inspiración explica por qué no afectan a la comunicación fidedigna de contenidos revelados ciertas discrepancias y la falta de precisión absoluta en cuestiones de detalle que encontramos en las peculiaridades de las Escrituras.

6. Modelo bíblico de revelación-inspiración

En esta sección aglutinamos nuestro análisis de la evidencia bíblica reunida hasta el momento. ¿Cómo modelan nuestra interpretación de la RI la comprensión bíblica de Dios, la diversidad de sus actuaciones en el proceso de crear el contenido de las Escrituras (revelación) y la comunicación de ese contenido de forma oral y escrita (inspiración)?

Procuraremos describir lo que puede denominarse modelo bíblico.

Antes descubrimos que las conocidísimas afirmaciones de Pablo y de Pedro sobre la inspiración (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21) sientan los parámetros generales dentro de los que hemos intentando entender la "guía" y la "dirección" por parte del Espíritu Santo de agentes humanos implicados en el proceso de redacción de las Escrituras. Puesto que esas afirmaciones no distinguían técnicamente entre el proceso de origen de contenidos y de la escritura, deberíamos entender que sus afirmaciones sobre la "inspiración" se aplican a ambas cosas, lo que fue objeto de análisis en las secciones sobre "revelación" e "inspiración"

Sumario: Debemos entender que la inspiración divina de las Escrituras, de la que hablaron Pablo, Pedro y Elena G. de White, incluye al menos los siguientes aspectos:

1. La "guía" o la "dirección" divina actuó directamente en el agente humano en el proceso de la RI.

2. La "guía" o la "dirección" de los agentes humanos siguió las diversas formas de la Providencia divina que actúan dentro del devenir del acontecer histórico, no como un poder soberano absoluto e intemporal de Dios que actúe mediante decretos eternos y que anule la libertad de los escritores bíblicos.

3. Dios guió la recepción de la información, así como la formación de ideas en los escritores bíblicos, por medio de un proceso histórico de revelaciones cognitivas divinas que les fueron dadas según una diversidad de patrones.

4. La "guía" y la "dirección" divinas de los agentes humanos abarcó múltiples patrones de actuaciones divinas, tanto en el proceso de la revelación como en el de la inspiración (Hebreos 1: 1), con mucho énfasis en el primero. Ese énfasis permite la inclusión de la dinámica de la inspiración de "pensamiento" en el modelo bíblico.

5. Todas las Escrituras fueron a la vez reveladas e inspiradas. Como tal, el modelo bíblico de la RI es plenario, porque abarca la totalidad de las Escrituras.

6. La "guía" o la "dirección" del Espíritu Santo tomó las riendas de la libertad y las dotes literarias de los agentes humanos en su desarrollo histórico y espiritual. La anulación divina del agente humano no fue el patrón principal de la "guía" o la "dirección" divina, sino un posible último recurso para evitar la tergiversación humana.

7. Dado que la guía del Espíritu Santo respetó las formas humanas de pensar y escribir, no es lógico que esperemos encontrar en las Escrituras la perfección absoluta que corresponde únicamente a la vida interna de la Trinidad. Al contrario, no debería sorprendernos encontrar en ellas imperfecciones y limitaciones que esencialmente corresponden a las formas humanas de conocer y de escribir.

8. Aunque la "guía" y la "dirección" divinas actuaron en agentes humanos, llegaron a través de ellos a las palabras de las Escrituras. En este sentido, el modelo bíblico de la RI es "verbal"

9. La "guía" divina en el proceso de la escritura no garantizó una perfección divina absoluta, pero las Escrituras en su totalidad representan verdadera y fidedignamente las enseñanzas, la voluntad y las obras de Dios.

En resumen, Dios, y no los escritores humanos, es el autor de las escrituras en el sentido de que él es el origen del contenido, de la acción y de la interpretación.

Diferencias con respecto a otros modelos

El modelo bíblico de la RI difiere significativamente de las teorías de la inspiración de encuentro, de pensamiento y verbal. El modelo bíblico y la teoría de la inspiración como encuentro comparten un elemento existencial personal, pero la última niega que se produzca comunicación de verdad alguna en el encuentro.

En lo referente a la naturaleza de la información generada en la revelación, el modelo bíblico contempla verdades concretas históricas espacio-temporales, mientras que la teoría de la revelación de «pensamiento" genera verdades intemporales no históricas. Aunque, para algunos, la inspiración de "pensamiento" no llega a afirmar la guía divina en la redacción de las Escrituras, el modelo bíblico la afirma.

En común con la teoría "verbal" de la inspiración, el modelo bíblico afirma que el Espíritu Santo guió a los escritores bíblicos no solo mientras recibían información e ideas reveladas, sino también en el proceso de redactar las Escrituras en su totalidad. Sin embargo, los dos modelos se separan ya en el ámbito básico de las presuposiciones hermenéuticas fundamentales que determinan la manera en que entendemos las aportaciones sobrenaturales de Dios a la formación de las Escrituras.

La teoría "verbal" da por sentado que Dios actúa de forma intemporal y soberana, anulando la libertad humana de los escritores bíblicos. En cambio, el modelo bíblico da por sentado que la Providencia divina actúa dentro del devenir espacio-temporal de la libertad y la historia humanas concretas.

Por último, no debemos olvidar que abordamos un misterio que conocemos y entendemos solo en parte. Por lo tanto, nuestro modelo de interpretación debería entenderse como un primer paso, y no como la última palabra. Como primer paso, nos lleva por una senda teológica muy diferente de los modelos actuales que imperan dentro de las teologías contemporáneas adventistas y cristianas.

La importancia de una interpretación correcta, aunque parcial, de la RI se centra en su papel hermenéutico en la tarea de elaborar la teología cristiana. Precisamos trasladar nuestra atención ahora al papel hermenéutico del modelo de la RI esbozado en este capítulo.

7. Efectos hermenéuticos

¿De qué manera incide la interpretación de la RI que acabamos de esbozar en nuestra comprensión de las Escrituras y en la tarea de hacer teología? Influye en estas tareas a través de los principios hermenéuticos que se derivan de ella. En tal caso, ¿cuáles son los principios fundamentales que se derivan?

La plena encarnación del pensamiento divino en las palabras humanas

Según el modelo bíblico de la RI, Dios se reveló de muchas maneras condescendiendo con los patrones humanos de pensamiento y de escritura. Toda la Biblia es revelada. Las palabras de los profetas han llegado a ser las palabras de Dios. Entonces, cuando se hace exégesis y teología, no deberíamos distinguir entre pensamiento divino y palabras humanas, ni entre porciones de las Escrituras.

Tenemos acceso a las enseñanzas y la revelación divinas solo a través de palabras. En consecuencia, todo el texto de las Escrituras, desde Génesis hasta el Apocalipsis, se convierte en la fuente de datos y de principios hermenéuticos más específica y suficiente -y en la única fiable-que tenemos para conocer a Dios y su voluntad para nosotros.

La composición histórica de las Escrituras

Según el modelo bíblico de la RI, Dios se revela dentro del proceso histórico (Éxodo 25:8; Juan 1:1-14). En otras palabras, la revelación es histórica, fundamentalmente porque Dios ejecuta su plan de redención históricamente dentro del devenir espacio-temporal de la historia humana. Sin embargo, esta condescendencia divina no significa que las enseñanzas bíblicas sean fruto de tendencias culturales.

Significa sencillamente que las verdades trascendentes de Dios aparecen no solo dentro de las limitaciones de la humanidad, en general, sino también dentro de las limitaciones de los tiempos históricos en que vivió y escribió cada profeta. Guiados por el Espíritu Santo, los profetas usaron la cultura de forma crítica y selectiva.

La revelación divina no está condicionada históricamente. Los aspectos culturales de la historia sagrada están caducos, pero forman parte de las acciones y la revelación divinas. Por lo tanto, el intérprete adventista dará por sentado que el texto bíblico, in toto, es resultado de la revelación divina en la historia, recibido, comprendido y compuesto por los profetas y los apóstoles. La conciencia de las situaciones históricas en que tuvieron lugar la revelación divina y la escritura profética es un paso necesario para la comprensión adecuada de enseñanzas y los pensamientos revelados divinamente.

La multiforme naturaleza de las verdades divinas

Dado que el modelo bíblico de la RI fluye desde el interior del devenir de la historia humana, entiende que el propósito de las Escrituras es revelar verdades no solo referidas a Dios, sino también a cuanto Dios ha creado en la naturaleza y ha hecho en la historia. Por eso, las verdades bíblicas no pueden limitarse a Dios y la salvación, como parecen sugerir otros modelos, sino que abarcan la sorprendente diversidad de verdades relacionadas entre sí en cuanto a Dios y sus obras. Los exégetas y los teólogos deben tener especial cuidado de no ahogar esta riqueza decidiendo unilateralmente que solo son relevantes ciertas verdades salvíficas, descartando el resto. Obrar así pondría a los teólogos en un empeño reductor y distorsionador de la "esencia" del mensaje cristiano, descartando la mayoría de las enseñanzas cristianas como si estuviesen condicionadas culturalmente y resultasen, por lo tanto, prescindibles.

Las limitaciones del conocimiento revelado

Según el modelo bíblico de la RI, la revelación divina está limitada por todas las características de nuestras modalidades humanas de conocer y de escribir. Los intérpretes siempre deberían tener en cuenta que ni siquiera los escritores bíblicos pueden presentar completamente una sola verdad en el lenguaje humano (cf. Juan 21:25). 
Incluso las verdades humanas son siempre mayores y más plenas de lo que nuestro lenguaje puede expresar. En consecuencia, los intérpretes que abordan misterios divinos se cuidarán del error hermenéutico de suponer que la interpretación de un pasaje constituya toda la verdad sobre ese tema.

Además, el conocimiento revelado está limitado por la imperfección de la sintaxis humana. El intérprete se ve obligado a elegir basándose en suposiciones; de aquí la gran importancia de una clara comprensión de las presuposiciones hermenéuticas y del modelo bíblico de la RI implicados en la interpretación de las Escrituras.

La fiabilidad de las Escrituras

El modelo bíblico de la RI nos garantiza que la revelación divina se comunica de forma fiable en las palabras de las Escrituras. Por lo tanto, en las Escrituras no encontramos la comprensión ni la filosofía de sus autores humanos, sino las de Dios. La RI es el proceso usado por el Espíritu Santo para comunicar los puntos de vista de Dios sobre la naturaleza, la historia y nuestra situación calamitosa, así como su implicación dinámica y salvífica en las mismas.

Las Escrituras revelan los puntos de vista y las acciones de Dios en la naturaleza y la historia. Además, no hay dicotomía entre historia y salvación, porque la salvación tiene lugar como un proceso histórico en el que Dios está implicado personalmente. Las Escrituras nos presentan la visión de conjunto necesaria para nuestra vida en este mundo y en el mundo futuro. En este sentido amplio y abarcante, no yerran, y son la fiable fuente definitiva de conocimiento divino disponible de este lado de la eternidad.

Según el modelo bíblico, la RI tiene lugar dentro del continuo histórico-temporal. Por ello, las Escrituras incluyen muchos datos históricos y naturales indispensables que se corresponden esencialmente con revelaciones y acciones de Dios. Sin embargo, la revelación bíblica no busca darnos un relato exhaustivo y preciso de datos históricos y científicos, sino más bien una síntesis fiable de la multiforme sabiduría de Dios, así como de su voluntad y de sus actividades dentro de la esfera espacio-temporal de la creación. Los hechos de las Escrituras siempre se incluyen en la medida en que son requeridos por las abarcantes actividades salvíficas de Dios dentro del devenir de la historia humana.

Por lo tanto, el intérprete debería leer las Escrituras no como ciencia, sino como una filosofía de la historia. Debería buscar el significado de la revelación bíblica en el abarcante ámbito teológico sin esperar encontrar el tipo de precisión relativo a los hechos históricos y naturales que se espera en los estudios científicos. La falta de precisión en detalles fácticos debería considerarse que es evidencia de la plena encarnación del pensamiento divino desde el interior del devenir cotidiano de la historia humana.

La autoridad de las Escrituras

El modelo bíblico de la RI fundamenta en Dios la autoridad de las Escrituras. Autoridad significa que las Escrituras son la fuente fiable de información con respecto a Dios, sus acciones, sus enseñanzas y su voluntad salvífica hacia nosotros. Puesto que en ellas Dios revela explícitamente sus pensamientos y sus acciones en cuanto a todo, las Escrituras han de juzgar todo pensamiento y no ser juzgadas por nadie (1 Corintios 2:15; 2 Corintios 10:5).

Se coligen ciertas consecuencias de la autoridad de las Escrituras.
Por ejemplo, en los estudios exegéticos y teológicos el intérprete jamás intenta entenderlas partiendo de las presuposiciones hermenéuticas basadas en las ciencias y las filosofías humanas. Las Escrituras se interpretan a sí mismas. Se puede aplicar una hermenéutica de sospecha a los estudios científicos y filosóficos, pero nunca a las Escrituras.

Por último, la autoridad de las Escrituras y su inspiración se confirman por lo fidedigno de sus enseñanzas (Juan 17:17). Sin embargo, esta confirmación depende de aceptar el modelo bíblico de la RI.

Si no, los intérpretes que apliquen la hermenéutica de la sospecha a las Escrituras nunca entenderán sus verdades, y, por lo tanto, jamás serán capaces de verificarlas.

Conclusión

Durante el último medio siglo un gran segmento de estudiosos adventistas ha adoptado alguna versión de la inspiración de pensamiento. Otros se han sentido satisfechos trabajando en el contexto de una perspectiva verbal de la inspiración. Algunos teólogos se han aventurado a entrar en el terreno de la revelación modernista de encuentro.

Tras estas posiciones, encontramos muy poca reflexión teológica y filosófica seria. En general, los adventistas han "resuelto" el asunto de la revelación de forma práctica; es decir, simplemente adoptaron una interpretación ya hecha de la RI para adelantarse a problemas interpretativos y de praxis.

En consecuencia, a comienzos del siglo XXI la inspiración de pensamiento parece contar con la lealtad de un amplio espectro de teólogos adventistas. Su argumentación contra la inspiración verbal y a favor de la inspiración de pensamiento se apoya en algunas declaraciones concretas de Elena G. de White sobre la RI. Los teólogos han usado la disyuntiva entre pensamiento y palabra, que es característica de la inspiración de pensamiento, con diversos fines. Van de explicaciones de incoherencias literarias e históricas a un acomodo a teorías científicas o filosóficas, como el método histórico-crítico y la evolución. Mientras las primeras no afectan a la interpretación adventista del séptimo día dentro del marco del tema del gran conflicto, un acomodo a teorías científicas y filosóficas implica su abandono y su sustitución.

Una cosa está clara: los adventistas no están unidos en su interpretación del asunto fundamental de la RI. Además, los tres puntos de vista que circulan entre ellos fueron concebidos y formulados por filósofos y teólogos cristianos que trabajaban basándose en principios hermenéuticos derivados de la filosofía humana. Esos principios no solo son extra bíblicos en origen, sino que son contrarios al pensamiento bíblico en contenido. Además, ninguna de las tres opciones integra satisfactoriamente toda la evidencia. Por ello, salta a la vista con claridad la necesidad de un nuevo modelo de interpretación.

Algunos adventistas han buscado una mejor manera de entender la RI prestando mayor atención a las Escrituras (enseñanzas y peculiaridades) y a Elena G. de White. Basándonos en la obra de esas personas, hemos sugerido en este capítulo un nuevo modelo para interpretar la RI. Es un modelo bíblico, porque se basa en premisas hermenéuticas bíblicas fundamentales, y presta estrecha atención a todo el abanico de la evidencia bíblica (doctrina y peculiaridades). Es preciso que sigamos buscando una comprensión mejor y más profunda del modelo bíblico de la RI. Al hacerlo, debemos trabajar partiendo de la comprensión bíblica de las presuposiciones hermenéuticas fundamentales implicadas en nuestra interpretación de la RI. Solo desde tal base podremos superar las deficiencias de la inspiración verbal, de la inspiración de pensamiento y de la revelación de encuentro.

Debemos explicar e integrar con detalle toda la evidencia que encontramos en las enseñanzas y las peculiaridades de las Escrituras relativas a la RI. De esa forma, entenderemos mejor cómo nos reveló Dios conocimiento e información en un relato escrito fiable, una carta de amor concebida para nuestra salvación. Deberíamos seguir entregando toda la autoridad teológica a la revelación escrita de Dios, contenida en todo el texto de las Escrituras, pese a incoherencias secundarias en detalles históricos. A partir de semejante fuente, poderosa y rica, de datos de la revelación, los teólogos adventistas podrán indagar más las riquezas asombrosas de la revelación divina, intentando echar mano de su lógica histórica interna, centrada en la implicación continua de Dios en el gran conflicto. También podrán explicar sus puntos de vista al mismo nivel que cualquiera de las escuelas de teología, o de todas ellas, que edificaron sobre la arena movediza de las filosofías y las convicciones científicas humanas.

MÁS ALLÁ DE LA COMPRENSIÓN LIMITADA

"Quizá haya algunos que piensen que con su juicio limitado son completamente capaces de tomar la Palabra de Dios y afirmar cuáles son las palabras inspiradas y cuáles no lo son. Mis hermanos en el ministerio, quiero amonestaros para que salgáis de ese terreno. 'Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en el que tú estás, tierra santa es'. No hay ningún hombre finito que viva ahora - no me importa quién es o que puesto ocupe-, al que Dios haya autorizado a entresacar y escoger en su Palabra.
Es cierto que el apóstol ha dicho que hay algunas cosas que son difíciles de entender en las Escrituras; sí, las hay. Y si no fuera porque los temas que son difíciles y complejos para entender, bien podría el escéptico que ahora argumenta que Dios ha dado una revelación que no puede ser entendida - bien podría él, digo yo-, tener algo más que argumentar. La infinitud de Dios es tanto más alta de lo que nosotros somos, que es imposible que el hombre comprenda el ministerio de la piedad.
Los ángeles de Dios, contemplaron con asombro a Cristo, quien tomó la forma de hombre y humildemente unió su divinidad con la humanidad para ministrar a los hombres caídos. Esto asombra a los ángeles celestiales. Dios nos ha dicho que él lo hizo, y debemos aceptar la Palabra de Dios al pie de la letra.
Y aunque intentemos razonar en cuanto a nuestro Creador, desde cuándo ha existido, dónde entró el primer mal en nuestro mundo, y todas esas cosas, podríamos razonar sobre ellas hasta caer desfallecidos y exhaustos con nuestra investigación, y aún habrá más allá un infinito. No podemos abarcar tales temas. Por lo tanto ¿Qué hombre hay que se atreva a tomar la Biblia y decir qué parte es inspirada y aquella otra no lo es? Preferiría que me arranquen ambos brazos antes de que jamás hiciera una declaración o impusiera mi juicio sobre la Palabra de Dios en cuanto a qué es inspirado y qué no lo es.
¿Cómo sabría el hombre limitado cosa alguna en cuanto a este asunto? Debe tomar la Palabra de Dios al pie de la letra, luego apreciarla tal como es, incorporarla en la vida y entretejerla en el carácter. En la Palabra de Dios está plenamente revelado todo lo que concierne a la salvación de los hombres, y si tomamos esa Palabra y la comprendemos en la mejor forma en que nos es posible, Dios nos ayudará en su comprensión.
Las mentes humanas sin la ayuda especial del Espíritu de Dios considerarán que muchas cosas de la Biblia son muy difíciles de comprender, porque les falta esclarecimiento divino. Los hombres no deben ocuparse de la Palabra de Dios ensalzando su propia manera de obrar, o su propia voluntad, o sus propias ideas, sino deben ocuparse de ella con un espíritu dócil, humilde y santo.
Nunca tratéis de escudriñar las Escrituras a menos que estéis listos a escuchar, a menos que estéis dispuestos a aprender, a menos que queráis escuchar la Palabra de Dios como si la voz divina  os estuviera hablando directamente desde los oráculos vivientes. Nunca permitáis que un hombre mortal juzgue la Palabra de Dios o dictamine cuánto de ella es inspirado, o que esta porción es más inspirada que algunas otras porciones. Dios le amonesta que se retire de ese terreno. Dios no le ha dado una obra tal para hacer". (MS 13, 1888) (Citado en 7CBA, 931).

LA PALABRA DE DIOS NO DEBE SER DISECADA
"Se necesita toda la eternidad para desplegar las glorias y extraer los preciosos tesoros de la Palabra de Dios. No permitáis que hombre alguno venga a vosotros y comience a disecar la Palabra de Dios. Lo que deseamos es inspirar fe. No deseamos que nadie diga: 'Esto quiero rechazar y esto quiero recibir', sino queremos tener fe implícita en la Biblia en conjunto tal y como es.
Os exhortamos a que toméis vuestra Biblia, pero no pongáis una mano sacrílega sobre ella, y digáis: 'Esto no es inspirado' sencillamente porque algún otro lo ha dicho. Ni una jota, ni una tilde jamás debe ser sacada de la Palabra... ¡No lo hagáis hermanos! No toquéis el arca. No pongáis vuestra mano sobre ella, sino que Dios la mueva. Él puede hacerlo, y procederá de tal manera que logrará nuestra salvación. Queremos que Dios tenga libertad de acción. No queremos que lo traben las ideas del hombre.
Conozco algo de la gloria de la vida futura.

Una vez una hermana me escribió para preguntarme si no podía contarle algo acerca de la ciudad de nuestro Dios, además de lo que tenemos en la Palabra. Me preguntó si no podía describirle algo de sus diseños. Le escribí que tendría que decirle: 'Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es'. 'No-le dije-, usted no puede pintar, usted no puede describir, y (ni aún) la lengua del mártir puede comenzar a presentar descripción alguna de la gloria de la vida futura; pero le voy a decir lo que usted puede hacer: puede proseguir 'a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús'. Puede morir al yo; puede procurar crecer hacia la perfección del carácter cristiano en Cristo Jesús'. Esa es nuestra obra; pero cuando los hombres comienzan a entremeterse con la Palabra de Dios, quiero decirles que no continúen porque no saben lo que están haciendo" MS 13, 1888 (Citado en 7CBA, 932).

Dederen, Raoul. On inspiration and biblical authority, in Issues in revelation and inspiration, 1993.
Heppenstall, Edward. Doctrine of revelation and inspiration, Ministry, July of 1970.
Thompson, Alden. Inspiration:Hard Questions, Honest answers. Hargestown, Maryland: Review and Herald, 1991.
Timm, Alberto. A history of seventh-day Adventist Views on biblical and prophetic inspiration (1844-2000), Journal of the Adventist Theological Society 10 (1999).
Weiss, Herold. Revelation and the Bible: Beyond Verbal Inspiration, Spectrum 7, No 3, 1975.

Artículo originalmente publicado en: Canale, Fernando. “Revelación e Inspiración”. En Entender las Sagradas Escrituras. Editado por George W. Reid. Buenos Aires:ACES, 2010. pp. 59-93. 

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